Control biológico de enfermedades de las plantas en Chile - page 90

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Produce significativas pérdidas de rendimiento y calidad de grano en prácticamente los
cinco continentes (Hornby 1998).
En Chile, la pudrición radical o mal del pié del trigo fue descrita por primera vez el año
1940, por el Dr. Alberto Graf, en el sur del país. La enfermedad se presenta con particular
severidad en suelos de trumao (andisoles), desde la Región del Bío-Bío (36° 40’ S – 72° O)
a la región de Los Lagos (40°40’ S – 72°38’ O) (Andrade 2004). Coincidentemente, en esta
área se produce sobre el 90% del trigo del país, cultivo que se encuentra en un alto
porcentaje dentro de la rotación. La alta severidad que alcanza la enfermedad en la principal
área productiva de trigo en Chile, está explicada en gran parte por un sistema productivo
tradicional basado en rotaciones con cultivos anuales y una agricultura mixta. Respecto de
los cultivos anuales, un alto porcentaje corresponde a cereales, principalmente trigo y avena
además de cebada y triticale y, una alta presencia de gramíneas para alimentación animal
en el caso de la agricultura mixta. Junto con lo anterior, las pocas alternativas productivas
que impone el clima en gran parte de esta zona, se traduce en que las rotaciones sean más
bien cortas lo que, sumado a las temperaturas moderadas a frías que limitan la velocidad de
descomposición del rastrojo, al alto contenido de materia orgánica de estos suelos (8- 15%)
(Campillo
et al
. 2001) y a la predominancia de siembras de otoño e invierno, hace que se
generen condiciones altamente favorables para la expresión de la enfermedad.
A pesar de haber transcurrido más de 150 años desde la primera descripción de la
enfermedad en el sur de Australia, esta patología aún no cuenta con medidas de control
efectivas (Hornby 1998, Cook 2003). La rotación de cultivos es, probablemente, la única
alternativa que permite reducir en forma significativa el impacto de la enfermedad. Sin
embargo, por diversos aspectos técnicos y económicos, no siempre es factible de realizar y
su efecto bajo diversas condiciones de suelo y clima es variable (Paulitz
et al
. 2010).
Hacia mediados de los años 80, junto con el desarrollo de fungicidas sistémicos, el
control químico del patógeno surgió como una interesante alternativa. Sin embargo, a pesar
de algunos avances reportados en esta área de la investigación, la situación relacionada con
el control químico de Ggt es aún insatisfactoria (Hornby 1998). La mayor parte de los
trabajos relacionados con el control químico de la pudrición radical han estado dirigidos a los
tratamientos de la semilla, aún cuando tratamientos al suelo con esterilizantes (Heim
et al.
,
citado por Hornby 1998), tratamientos con fungicida al suelo (Andrade 1995) y tratamientos
foliares (Hornby 1998) también han sido reportados con un éxito variable.
La identificación de suelos naturalmente supresivos a la pudrición radical del trigo, en
los cuales es posible aislar y transferir factores bióticos inhibitorios de la enfermedad, es
considerado de gran relevancia en la búsqueda de organismos con potencial biocontrolador
del agente causal, lo cual ha sido empleado como estrategia por numerosos investigadores
(Hornby 1998). Esta supresión natural es atribuida principalmente a una microflora
antagonista que se desarrolla bajo condiciones de monocultivo de trigo (Cook y Weller
1987). Aún así, las características y probables formas de desarrollo de los diferentes tipos
de supresión observados en dichos suelos son variables (Hornby 1998). Existen igualmente
otras teorías propuestas como explicación a la inhibición natural de la enfermedad en
algunos suelos. Una de ellas se refiere a la mayor disponibilidad de manganeso (Mn) en los
suelos, por efecto de bajas poblaciones de bacterias oxidativas de este elemento (Huber y
McCay-Buis 1993). En estos casos, los suelos supresivos a la pudrición radical del trigo
presentan altos niveles de Mn disponible y elevada actividad biológica, lo cual mantendría a
este elemento en forma disponible para la absorción de las plantas permitiéndoles de esta
forma, una adecuada función de sus mecanismos de defensa. Como complemento de lo
anterior, se señala que la mayor expresión de la enfermedad en otros suelos coincidiría con
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