Palabra Pública - N°13 2019 - Universidad de Chile

era una figura sin brazos. En el diario español ABC de ese período, anuncia- ban la noticia así: “Un actor chileno disminuido físico, llamado Lorenza Böttner, dará vida a la mascota Petra”. “Desde el primer momento quise saber quién estaba detrás del persona- je”, explica Preciado, que desde hace varios años se dedica a la curatoría y fue elegido en 2018 como una de las figuras más influyentes del mundo del arte según la revista Art Review . Entre lo poco que se sabía de su vida —gracias, en parte a una investiga- ción que hizo en 2016 Carl Fischer, académico de la Fordham University, en Estados Unidos, en el contexto de sus estudios doctorales sobre literatu- ra chilena queer — estaba que Lorenza había muerto en Múnich en 1994 a los 33 años por complicaciones rela- cionadas al sida. Había estudiado en la Escuela de Arte y Diseño de Kas- sel, hizo performances en Nueva York y vivió en Barcelona y Múnich. Pero además de reconstruir su biografía, lo esencial para Preciado era descubrir dónde estaba su obra. “Es así como llegué hasta la madre de Lorenza, que había guardado todo el trabajo de su hijo/hija en su casa — cuenta el filósofo, que en noviembre inauguró Réquiem por la norma en La Virreina Centre de la Imatge, en Bar- celona, una exposición en torno al tra- bajo de Böttner que hoy se exhibe en Stuttgart—. El primer encuentro con su obra fue uno de los momentos más emocionantes de mi vida como cura- dor. Creo que fue Lorenza quien me encontró a mí y no yo quien encontré a Lorenza. Su trabajo daba materiali- dad a todo un conjunto de prácticas de disidencia sexual y corporal sobre las que yo había estado trabajando de forma teórica durante años”. *** Visibilizar la obra de Lorenza Bö- ttner significó para Preciado un traba- jo largo de clasificación, fotografiado, restauración y estudio —el material estuvo guardado durante mucho tiem- po en Múnich sin condiciones de con- servación—, para lo que necesitaba un equipo y, sobre todo, un presupuesto. En ese momento, cuenta, se topó con una segunda dificultad: combatir la visión exotizante y patalógica con que se suelen mirar los cuerpos trans y con diversidad funcional, en vistas a lograr que la obra de Lorenza fuera reconoci- da como “arte”. “Me enfrenté enton- ces a los prejuicios según los cuales el trabajo artístico de una persona con diversidad funcional es considerado como handicap art —explica—. Se me llegó a decir que Lorenza era una artista de Unicef”. Tanto los problemas de finan- ciamiento como los de validación entre los entendidos se solucionaron cuando Paul B. Preciado fue nom- brado curador de documenta 14, el prestigioso encuentro alemán de arte que tiene lugar en Kassel, y que por primera vez en 2017 se realizó tam- “El primer encuentro con la obra de Lorenza fue uno de los momentos más emocionantes de mi vida como cura­ dor. Su trabajo daba materialidad a todo un conjunto de prácticas de disidencia sexual y corporal sobre las que había estado trabajando durante años”. Colección privada (gentileza del Württembergischer Kunstverein Stuttgart, en el contexto de la exposición Réquiem por la norma ) 18

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