Palabra Pública - N°12 2018 - Universidad de Chile

- ¿La hibridez de la narración es la que produce la doctrina y la rigidiza y la articula con los poderes que aseguran el orden? Y por eso sobrevive la adaptación doctrinal. Enton- ces, por eso tenemos problemas con el término fun- damentalismo. Incluso yo misma utilicé el término mucho tiempo, pero es un mea culpa, sobre todo en este momento en que tenemos en Estados Unidos la emergencia de las fuerzas agregadas: católicas, evangé- licas, seculares y que han estado peleando por el poder desde los ‘70 y están de vuelta con Bush primero y con Trump ahora. Y tienes el integrismo islámico politiza- do con Irán y tienes la restauración conservadora del catolicismo. Al mismo tiempo que estamos democra- tizando, por otro lado tienes esa vuelta de las fuerzas profundas, por eso hay que ubicar este momento ahí. - El momento en que se agudiza la disputa por una forma de realidad, donde lo religioso irrumpe para cooptar los valores demo- cráticos de los Estados lai- cos, eso ha pasado en Brasil en menos de cinco años. Lo que hay de nuevo es la presencia de lo religioso po- litizado, rompiendo, utilizando los marcos del cons- titucionalismo democrático, operando dentro de los marcos. Desde el mundo evangélico-católico están operando en el proceso democrático y los evangéli- cos son elegidos. Asimismo, hace 15 años surge una nueva línea doctrinal del Vaticano en la que se llama a los nuevos ciudadanos católicos a llevar a la política sus creencias y valores, cosa que no pasaba antes, por- que la iglesia operaba influenciando por arriba, ¿no? Influenciaba a los poderes, no entraba directamente a donde habita el poder, los llamaba por teléfono, pero mantenía una superficie de distancia, no era parte del poder político electoral como ahora lo es. - En Chile ese guion se ve con claridad… Claro, en ese pasaje tienes el establecimiento del modelo neoliberal que se venía instalando desde los ‘70 y que sigue ganando espacio, Chile laboratorio, ¿no? Existe aquí como en Estados Unidos esa cosa muy peculiar de la que habla Wendy Brown ( El pueblo sin atributos: la secreta revolución del neoliberalismo ), que es una autora que nos ha inspirado. Ella tiene un artículo que se llama La pesadilla norteamericana , donde analiza lo que pasó en Estados Unidos durante la era Bush, que es la convergencia con el neoliberalismo y el libera- lismo. Para ella, esa racionalidad del neoliberalismo es amoral y desregulatoria. Desregular todo es su máxima en lo económico, pero eso terminó por convertir e im- bricarse con la lógica del neoconservadurismo, que es moralista y disciplinar. - Eso es Chile. Es el mundo, no, claro, no en todos los lugares. La policía neoliberal penetró en lo político como estructu- ra, pero afectó la concepción del sujeto, construyendo sujetos cada vez más individualizados, más centrados, desde la supremacía, y desde ahí muy fácilmente van a derivar a lógicas no democráticas. En el caso de Brasil y en otras partes de América Latina, un factor importan- te para facilitar esa penetración en la subjetividad de la gente fue el crecimiento del movimiento pentecostal, que se funda en las bases de la teología de la prosperi- dad y es una teología materialista. La doctrina funciona en el sentido de que “si haces todo bien, si trabajas, Dios te beneficia y con eso puedes pagar la iglesia. En- tonces Dios te beneficia más y más”. - ¿Cómo ves ahora a ese Brasil en el que surgió la fuerza de la teología de la liberación (como en Amé- rica Central, especialmente) a la luz de este contra- punto dado por el integrismo religioso-político? Es que la teología de la liberación fue destruida en Brasil en la primera década de Juan Pablo II. En el ‘85 ya se había acabado porque la teología pentecostal lo hizo en cinco minutos, sacando obispos, excomul- gando. Es como un dominó. Pienso en Latinoamé- rica, en esa iglesia progresista, porque efectivamente quedan sectores, espacios, pero muy pocos. En el imaginario está que todo lo que está pasando con la “La proposición de democracia es algo que tiene dos siglos o poco menos, con la revolución norteamericana, francesa. Tenemos un imaginario que habla de que la democracia es una cosa muy vieja y consolidada y no lo es”. P.45 Dossier / Nº12 2018 / P.P.

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