Palabra Pública - N°12 2018 - Universidad de Chile

pular y se enfrentan a una sociedad que les impedirá salir de la precariedad económi- ca en la que viven. Su oficio, la costura, es herencia familiar o parte de la educación que toda mujer debía recibir; aquella la- bor realizada en principio al interior del espacio doméstico, es ahora ejercida en el mundo laboral. Se trata de sujetas que están siendo permanentemente sometidas a partir de su doble condición subalterna: mujer y obrera. Las figuras masculinas, en este volumen, se despliegan como el po- der que interviene en el espacio laboral y en el acto de engendrar. Cinco. Si bien el relato nos sitúa en una época en apariencias cercana a las pri- meras décadas del siglo XX, ya que entre otras cosas no hay referencia a métodos anticonceptivos farmacológicos, sus rela- ciones con el presente son evidentes, prin- cipalmente en su visión del cuerpo como un lugar de crisis y el embarazo como una de las tensiones fundamentales de la mu- jer. Lo interesante de esto es el modo en que las distintas posturas en torno al em- barazo toman lugar en el relato. Un coro parece debatir o simplemente exponer la necesidad de interrumpirlo o continuarlo. Así, se van entremezclando testimonios con enunciados disuasivos e incluso incre- paciones que van mostrando el terror que experimentan en cualquiera de las opcio- nes. Ninguna de estas mujeres festina ni se siente dichosa por su condición, al contra- rio, su género las ha obligado a pasar por la atávica experiencia. Seis. Pero la presencia del cuerpo no se de- tiene allí. El cuerpo que duele, cansado, desgastado, el cuerpo sin tiempo para el goce, el cuerpo abusado por la carga la- boral, enfermo por la falta de cuidado, el cuerpo como territorio donde se libra un batalla que remite al presente y al futuro: “nos duele la biología […] nos duele pa- rir, nos duele menstruar […] nos duele el dolor […] nos duele escribir” (46). La na- rración nos enfrenta, además, a un cuerpo de mujer segmentado en su propiedad. Las mujeres no son dueñas de su cuerpo abundan las historias de mujeres viviendo en las mismas condiciones de explotación” (31). Surge así una simple y aterra- dora distopía, en tanto Mercedes tiene claro que el futuro reproducirá las condiciones de explota- ción que le ha tocado a ella y a sus compañeras de trabajo. Ocho. La máquina repre- senta para Mercedes la posibilidad de autonomía económica. Sin embargo, trae aparejada la mano de obra barata, el abuso laboral y la conciencia de ser parte de un engranaje de la industria del vestuario que nutre a la elite. La historia de la vestimenta y la moda pasa por la voz de Mercedes, al igual que la reflexión sobre el vestir y la división de clases. Según dice, no hay nada de banal en la moda porque: “la moda es el andamiaje sobre el cual nos desplazamos” (39). Se refiere con ello a la moda como base estructurante de una so- ciedad sustentada en representaciones de sujeto, estilos de vida o, en última instan- cia, identidades hegemónicas particular- mente referidas a la mujer. Nueve. “¿Y si uniéramos los textos como cuerdas/y desbaratáramos los cierres para escapar de las celdas?” (20). Este verso resume la perspectiva de género que esta escritura plantea. Tanto las escrituras de mujeres como sus prácticas podrían unir- se para romper con las trabas/leyes im- puestas por el patriarcado para así alcanzar la emancipación. Eugenia Prado nos entrega un libro fun- damental en lo que a perspectivas de género se refiere, elaborado con extremo cuidado, dedicación, apelando a la factu- ración del fanzine, riguroso en su escritu- ra, en sus propuestas, en las sutilezas con que se expresan estas obreras textiles que nos devuelven a preocupaciones olvidadas por el feminismo de la elite. porque éste ha sido ex- propiado por el trabajo y la función reproducti- va. En ambas zonas las mujeres no eligen sino que se ven constreñidas por una responsabilidad cultural que es difícil desafiar. Sin embargo, en ellas se encuentra el germen de la subleva- ción a la ley que les ha quitado la opción de decidir sobre sus vidas. En este sentido, sobra el posesivo. No se trata de “sus” cuerpos sino de cuerpos que se deben a una regulación externa, por tanto el trabajo y el embarazo se homologan, pasando a conformar un sitio donde se cumple con un deber ser im- plícito en su condición de género. Siete. Mercedes trabaja hace quince años en el taller, soñando con un taller propio mientras aguanta los maltratos labora- les del dueño: “Se escuchan cuchicheos, murmullos, suspiros bajo las faldas pero nadie dice nada. Ni quejas ni reclamos. Todas saben que siempre habrá una larga lista de mujeres esperando por un puesto de trabajo” (16). Mercedes escribe en una libreta secreta donde colecciona “ideas” (31) “sobre la vida propia o la ajena” (45), además de dibujos, fotografías y postales de máquinas antiguas. Se trata de una mujer que, como dice el texto: “No sabe separar la realidad de la fantasía pero se las arregla […] Es obrera calificada y Singe- rista por excelencia” (30). Este personaje que establece una línea de continuidad a través del libro, diseña, cose, descose, hilvana, manipula los pedazos de tela, tal como si se tratara de la elaboración de una escritura y la manipulación de la letra y sus recursos retóricos: “Escribir es como coser los pedazos de una tela” (51)”. Mer- cedes: “piensa que es bueno dejar registros de los tiempos que se viven, y que de algo pudieran servir sus testimonios, apuntes o notas. Piensa en las mujeres que vendrán, las de los próximos talleres […] donde P.31 Nº12 2018 / P.P.

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