Palabra Pública N°18 2020 - Universidad de Chile

casa unos sacos de papas o zanahorias para pelarlas y cortar- las, también hay gente para la limpieza y lavar los fondos, empezamos el día antes a adelantar las cosas. A las 12 ya estamos emplatando en los envases para que a las 12.30 se empiece a repartir”, explica María. “Estas son ollas autoges- tionadas, recibimos donaciones de vecinos y gente anóni- ma que hace aportes. No hemos recibido ayuda del muni- cipio ni la queremos, porque acá no hay colores políticos y no queremos avalar ningún proyecto de gobierno”, agrega. La prontitud y eficacia con la que estas organizaciones se levantaron y están actuando en los territorios ha dejado corto al gobierno, el que ha sido dura y transversalmente criticado por la insuficiente ayuda anunciada el 17 de mayo pasado por el presidente Piñera: 2,5 millones de cajas de mercadería que irían sólo al 70% del 40% de la población más vulnerable de Chile, según el Registro Social de Hoga- res. Muchas familias aún esperan la caja que incluye cereal, legumbres, arroz, fideos, conservas, aceite, leche, detergen- te, jabón líquido y no mucho más. Las redes sociales han sido clave para que estas organi- zaciones se levanten y funcionen pidiendo aportes volunta- rios. Una de las primeras en Twitter fue @comunolla, que partió con 32 y ahora ya suma 345 en todo Chile. También se puede consultar el hashtag #elpuebloayudaalpueblo para obtener información detallada de dónde, cuándo y cómo ayudar; o acceder al sitio web ollasolidaria.cl, que tiene un registro de varias iniciativas y donde se puede donar en lí- nea. En su mayoría, las organizaciones cuentan con su pro- pia cuenta de Facebook e Instagram, donde van subiendo fotos de sus labores y campañas. Además, la Universidad de Chile e integrantes de la Fundación Vértice están elaboran- do un mapa virtual con todas las ollas comunes y campañas solidarias a lo largo de Chile. Donde comen cuatro, comen 100 Celia Ramírez vivía en Conchalí, pero junto a su fa- milia viajaba todos los veranos a Las Cruces, donde tenía un trabajo haciendo aseo en una residencial. Hasta que un día, la dueña le ofreció quedarse, le consiguió una casa y hoy Celia, junto a su marido Claudio Valenzuela y sus hijos Noemí de 24 y Lucas de 13, viven hace cinco años en el balneario. Les cambió la vida. “Jamás volveríamos a Santiago. En Conchalí estábamos en un sector con mucha delincuencia, droga, teníamos que vivir encerrados en una burbuja porque todos los fines de semana había balacera”, cuenta Celia, quien hoy va en ayuda de sus vecinos al lide- rar la olla del Comedor Solidario Las Cruces. “Como familia nos conmovimos porque supimos de muchos abuelitos que vivían solos y no tenían cómo alimen- tarse. Empezamos el 5 de abril, llevándoles almuerzo a 40 adultos mayores. Muchos creen que por no tener una situa- ción económica buena no se puede ayudar, pero todos pode- mos hacer algo”, dice Celia, quien hoy está entregando, jun- to a su familia, 160 almuerzos los martes, jueves y sábados. Los domingos hacen desayunos para los niños u onces que también llegan a toda la comunidad y también han realizado Al frente, sin mascarilla, María Valderas, quien lidera una olla común en El Bosque. Olla común en población La Pampa, Alto Hospicio, al comienzo de la pandemia. Max Donoso, Hambre + dignidad = ollas comunes /Clarisa Hardy, 1986.Colección Biblioteca Nacional de Chile, disponible en Memoria Chilena 10

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=