Palabra Pública - N°13 2019 - Universidad de Chile

Nosotras tomamos las lecciones de Julieta Kirkwood y quisimos llevar adelante una operación histórica del feminismo, porque sabíamos que eso significaba una toma de decisión que emprendimos y con la que hicimos estallar la ola feminista estudiantil de 2018. En términos simples, deci- dimos dejar de ser las migajas de la historia, como bien dice la filósofa Alejandra Castillo. La construcción de esta nueva educación pública no sexista debe ir de la mano con la existencia de es- pacios seguros, ya que es imposible concebir ambientes educativos donde la violencia patriarcal esté permitida. No bastan los protocolos ni los cur- sos de género en las distintas carre- ras, ya que es la misma sociedad la que le otorga determinado valor a las profesiones conforme a si quienes las ejercen son hombres o mujeres, deci- diendo bajo ese paradigma qué traba- jo se paga mejor o peor. Allí se funda la estrepitosa alianza entre mercado y patriarcado: lo masculino es éxito, lo femenino es precarización. Es por esto que aprendimos que la “departamentalización” del feminis- mo no resuelve la violencia estructu- ral: esa fue la respuesta que nos entre- gó la Concertación durante todos sus gobiernos al ver al feminismo como un problema exclusivo de las muje- res y no de la sociedad. Es así como el Sernam y el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género, en conjunto con la Agenda Mujer que presentó el año pasado el presidente Sebastián Pi- ñera, fueron las únicas respuestas que nos entregó un feminismo liberal de la transición y un machismo avasallador de la derecha que nos refriega en la cara el supuesto carácter esencialista y conservador que tiene la mujer en una sociedad patriarcal. Con todo, el mayor rechazo social que se ha logrado ante el avance del neoconservadurismo tuvo lugar el 8 de marzo de este año, cuando, a pesar de que Isabel Plá, ministra de la Mujer y la Equidad de Género, dijera que la huelga parecía “una convocatoria de la oposición”, nosotras llenamos las calles y demostramos la potencia, amplitud, masividad y radicalidad de este movi- miento. El gobierno ha tomado una postura y nosotras respondimos de for- ma contundente. Las estudiantes llevamos más de un año denunciando el sexismo en una educación al servicio del merca- do. Es por esto que la manifestación que hicimos junto a miles de tra- bajadoras la levantamos como una oposición al gobierno y a su agenda antiderechos, porque esta lucha la hacemos todas las mujeres: madres, trabajadoras, estudiantes, indígenas, migrantes e integrantes de las disi- dencias sexuales. Hemos madurado nuestra de- manda por una educación no sexis- ta y hemos dicho que terminar con la deuda en la educación es terminar con la precarización de la vida de mi- les de mujeres y sus familias. Dijimos que exigir la condonación de ésta es la única forma de poner fin al aban- dono en que el Estado dejó a miles de estudiantes, a quienes endeudó para llenarle el bolsillo a los bancos. La llamada ola feminista llegó para quedarse, llegó para decir: basta, esto amerita huelga hoy, mañana y siempre, hasta que la revolución tenga nombre de mujer. Nosotras no descansaremos hasta ser socialmente iguales, humana- mente diferentes y totalmente libres. Felipe PoGa 25

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