Palabra Pública - N°11 2018 - Universidad de Chile

nombre bajo el cual los estudiantes de nuestra Uni- versidad mantuvieron vivo y rebelde al movimiento estudiantil y eventualmente pudieron recuperar a la FECh. Son ellos, a través de publicaciones, activi- dades y protestas, en gran parte responsables de que existieran estudiantes críticos a la implementación de la nefasta Ley General de Universidades que se promulgó en dictadura. A partir de estas experiencias, como de tantas otras, fue posible instalar popularmente la necesi- dad de la apertura política a sectores excluidos, y por lo tanto, la crisis de legitimidad política de la dictadura. Esto significó la principal amenaza que movilizó al régimen y a los distintos partidos po- líticos con los que trabajaba para lograr acuerdos con el resto de la institucionalidad política del país y poder así lograr una transición como “repliegue ordenado” de las Fuerzas Armadas, permitiendo el ascenso de gobiernos democráticos. 2. Evidentemente, resultan muy decisivos los térmi- nos en los que se negocia y posteriormente se con- solida la refundación democrática de Chile. Esto, porque en ningún momento se somete a procesos de participación efectiva la decisión de qué es lo ad- misible y hasta qué punto el país se puede permitir cambios. Es más, se impone una modernización que sigue estando de la mano de la exclusión y represión de los movimientos sociales. Y si bien cada gobierno busca legitimarse con votaciones universales, se ase- gura institucionalmente dejar intactas las bases del modelo neoliberal. Quienes nos hemos movilizado en contra de este modelo, que sobrevive hasta el día de hoy, sabemos muy bien cuáles son los estrechos límites que ofrece el paradigma de la transición: cambios en la medida de “lo posible”. La forma en que se construye “lo posible” desde los distintos gobiernos de la transición jamás ha ido en dirección de los movimientos sociales. El uso del Estado como objeto de la economía neoliberal ha construido grandes puntos de desencuentro entre quienes conformamos el mundo social y quienes participan de la política institucional. Digo desen- cuentros porque son las lógicas de la transición las que todavía impiden la participación popular, mien- tras son capaces de profundizar el vacío superficial de la política neoliberal. Lo anterior queda de ma- nifiesto cuando no se nos permite la participación en aspectos constituyentes de la sociedad como la discusión de leyes, proyectos, etc. También cuando se desconoce la legitimidad de nuestras demandas. Para los gobiernos neoliberales de la Concertación y la derecha, “lo técnico” se sobrepone a “lo político” en el sentido de que la política se vuelve para ellos una forma de administración de la sociedad. En este punto ya es evidente cómo se construye una socie- dad sin la democracia como requisito: esta define de manera cerrada y “desde arriba”, a través del dis- curso de “especialistas”, qué es lo admisible, cuándo es posible y, por lo tanto, impide cualquier tipo de acuerdo social amplio que respalde transformacio- nes sentidas por la población. Por ejemplo, luego de las movilizaciones estudianti- les, no tardaron en llegar especialistas a decirnos que todo por lo que nos manifestamos no tiene sentido, que son demandas privilegiadas y que a la larga, lo agradeceríamos. Hoy resulta ilógico pensar que el “Evidentemente, resultan muy decisivos los términos en los que se negocia y posteriormente se consolida la refundación democrática de Chile. Esto, porque en ningún momento se somete a procesos de participación efectiva la decisión de qué es lo admisible y hasta qué punto el país se puede permitir cambios”. P.67 Dossier / Nº11 2018 / P.P.

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