Palabra Pública - N°11 2018 - Universidad de Chile

como la cumbre de una escalada, una tarea que fue sumando voluntades y que se sobrepuso al miedo de maneras diversas, con acciones modestas y atrevidas, con protagonistas de diversas edades, oficios y tra- diciones. Jornadas de protestas, recursos de amparo y cacerolazos, marchas, relegados, cadenazos, que- mados, exiliados, huelgas y guanacos. La vida diaria poblada de un vocabulario espeso y venenoso que marcó a quienes vivieron la dictadura como una si- tuación excepcional a la que no había que acostum- brarse. Ellos fueron abriendo camino para que el 5 de octubre fuera posible. Sin embargo, la celebra- ción de los 30 años acabó en el mesón de un grupo de dirigentes políticos que decidiría quién sí y quién no podía conmemorar la fecha como propia. En lu- gar de abrirla como un símbolo hacia el futuro, de convocar a las nuevas generaciones, actuaron como guardias de aduana mezquinos y suspicaces. De una manera torpe, el 5 de octubre fue privati- zado por un puñado de personas que ha acabado por darle el aspecto de una franquicia sobre la que tiene derechos exclusivos. Una marca devaluada por el maltrato de sus representantes, una piocha de colección que con tanto manoseo ha perdido su valor original, simplificando su simbolismo y ali- gerando el peso específico de lo que significó real- mente: el último tramo de una extensa lucha para darle la oportunidad a millones de chilenos de de- cirle “basta” al régimen de Pinochet. No sé si aquel día fue el inicio de la alegría, de lo que sí estoy seguro es que marcó el fin del imperio del temor, una bocanada de aire que anunciaba un nuevo co- mienzo. Yo tenía 14 años y lo viví como un intenso alivio. El 5 de octubre de 1988 no fue el triunfo de una mera campaña política, fue el día en que los chilenos nos demostramos a nosotros mismos que existía un futuro y que estábamos dispuestos a enfrentarlo, cargando la historia oscura sobre los hombros, esquivando los obstáculos, convencién- donos de que todas las luchas pasadas cobraban sentido si lo que venía era el retorno a la democra- cia. Recordar la fecha es honrar un compromiso, una lucha que no se la debemos a ningún caudillo a quien haya que levantarle estatuas, sino a los mi- llones de rostros de un pueblo que buscaba justicia y libertad y que se las arregló como pudo para tener la esperanza de que algún día las encontraría. “Recordar el 5 de octubre es honrar un compromiso, una lucha que no se la debemos a ningún caudillo a quien haya que levantarle estatuas, sino a los millones de rostros de un pueblo que buscaba justicia y libertad y que se las arregló como pudo para tener la esperanza de que algún día las encontraría”. P.61 Dossier / Nº11 2018 / P.P.

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=