Palabra Pública - N°11 2018 - Universidad de Chile

Mientras las llamas destrozaban dramáticamente el Museo Nacional de Río de Janeiro, el 2 de septiembre pasado, ardían las redes sociales con un desolador sentimiento, com- partido desde Brasil al mundo entero. Y a la vez salían a la luz los errores y deficiencias de que son víctimas los museos en toda América Latina. En su muro de Facebook, el investigador y curador colombiano Halim Badawi escribió: “Con la muerte de este lugar, que deberemos achacar a gobiernos como los que hoy tenemos por todos lados, pienso en las investigaciones que se dejarán de hacer, en los libros que no se escribirán, en las lenguas indígenas que no interpretaremos, en la historia que no podremos cambiar y, con ella, los futuros que no vendrán”. La pérdida de 20 millones de piezas irremplazables de la historia y el patrimonio cultural de Brasil fue una tragedia que pudo evitarse. Progresivos recortes presupuestarios en los úl- timos años fueron dejando a este museo en una situación de desamparo, evidenciando una voluntad política de desinterés frente a este, y seguramente a muchos otros, espacios cultu- rales. Lo que Halim Badawi puntualiza en sus redes sociales es un síntoma que, lamentable- mente, se propaga por nuestra región. Muchos lo extrapolamos a Chile y volvimos a caer en cuenta de que un similar abandono de nuestros museos ha sido advertido y discutido, al menos desde los años ‘90, principalmente por los profesionales que conocen directamente el funcionamiento y los requerimientos de estos espacios. Según un registro de 2015, existen 215 museos activos en todo Chile, los que cuentan con un catastro en línea, la Base MUSA, creada por la Subdirección Nacional de Museos de la Dibam (hoy parte del Ministerio de las Artes, las Culturas y el Patrimonio) para supervisar su buen desarrollo en base a las características y necesidades de cada espacio. La Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam) ha estado a cargo de los museos públicos en Chile. Existen también espacios que siendo públicos, autogestionan recursos privados, como el Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chile o los museos municipales. Están otros que se definen de naturaleza mixta, como el Museo de la Solidari- dad Salvador Allende o el Museo de la Memoria y, por otra parte, se han creado o restituido, en los últimos años, grandes centros culturales, como el GAM, el Centro Cultural La Mo- neda o el Centro Nacional de Arte Contemporáneo Cerrillos. Todos estos espacios reciben, en distintas modalidades, recursos públicos. SANTA AUTOGESTIÓN Los museos resguardan colecciones de arte, objetos o documentos que son patrimonio de todos los chilenos. Y pese a esta misión, no hay un solo museo en el país que no esté afectado por un financiamiento deficitario. Tanto es así, que muchos ni siquiera alcanzan a abordar el cuidado, preservación, investigación y difusión de sus colecciones con el finan- ciamiento público asignado. El Museo de la Solidaridad Salvador Allende (MSSA) es una fundación privada sin fines de lucro que cuenta con 2.700 obras de más de 1.300 artistas de Chile y el mundo. De estas piezas, 670 corresponde a las donaciones hechas entre 1971 y 1973 por artistas del mundo en apoyo al proyecto de la Unidad Popular; esta parte más histórica de la colección ha sido concesionada por 50 años al Ministerio de Bienes Nacionales. P.29 Nº11 2018 / P.P.

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