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Arte en la Chile

Revista de la Facultad de Artes

REPORTAJE

Por Daniella Girardi, Gabriela González y

Macarena Montes

Se formaron en las aulas de la Facultad de Artes, pero su quehacer profesional se fue

alejando de los espacios tradicionalmente asociados a la creación artística. Con su trabajo

están abriendo las posibilidades de desarrollo artístico y de paso haciéndose cargo de

tópicos tan importantes como acceso o educación. A continuación, las inspiradoras

historias de tres Hijas de Bello.

C

arola Cofré, licenciada en Artes Plásticas y oriunda

de Colbún (Región del Maule) siempre se interesó

en distintos tipos de disciplinas artísticas. Sin em-

bargo, no tuvo la suerte de poder estudiarlas sino hasta los

15 años, cuando su familia se trasladó a Santiago.

Cuando terminó sus estudios en la Facultad de Artes de la

U. de Chile supo de inmediato que quería volver a su ori-

gen, el sur, donde afirma está su centro. “Luego de estudiar

arte decidí volver, porque pensé que podría enseñar a los

niños y niñas de acá lo que yo sabía, pues cuando yo era

niña tenía interés en el arte y nadie me enseñó”, recuerda.

Con el patrocinio de Unicef, el apoyo de organizaciones co-

munales, del Fondo Nacional de Desarrollo Regional (FNDR) y

el Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes (Fondart),

en el 2009 logró el financiamiento de unos de sus más que-

ridos proyectos: La Escuela Rural de Artes y Oficios

Ayekan-

tún

, que en mapudungún significa divertirse compartiendo.

Los participantes, niños y niñas entre 12 y 18 años, recibían

formación específica en dibujo, pintura y escultura, además

de talleres en que se vinculaba arte y ecología, reciclando ma-

teriales y agregando otros que no dañan al medio ambiente.

“Hemos realizado talleres de escultura ecológica, eco gra-

bado, serigrafía manual, entre otros. Además, realizamos

formación para docentes a través de seminarios pensa-

dos para mejorar el ejercicio de los profesores de arte en

la escuela, vinculando los contenidos de educación básica

y media con elementos de la cultura local, como Arte Tri-

dimensional en el Aula, El Crin como Material Didáctico y

Visualidad Mapuche”, cuenta.

La Escuela tuvo financiamiento hasta el 2013, aunque, afir-

ma, no es un proyecto cerrado. “Seguimos postulándolo a los

distintos fondos concursables de la región y en cuanto tenga-

mos financiamiento volveremos a funcionar. Lo que mantene-

mos es el Concurso Escolar de Cuentos Locales Ilustrados,

mediante el cual invitamos a niños, niñas, jóvenes y profeso-

Los otros lugares del arte

res a acercarse al mundo de la literatura y la creación visual.

El próximo año incorporaremos la categoría Apoderados”.

La comunidad de Colbún ha valorado mucho la iniciativa,

sobre todo aquellos niños y niñas que hoy están en la univer-

sidad o trabajando, quienes “recuerdan la experiencia con

mucho cariño, y colaboran también para que se vuelva a

realizar”. Los padres, incluso, estuvieron fuertemente involu-

crados y colaboraban con la iniciativa activamente, cuenta la

artista y agrega que lo que siente hacia ellos es “mucha grati-

tud, porque han confiado y valorado el trabajo de la Escuela”.

Unas de las actividades que evidenciaba el vínculo entre la

comunidad y

Ayekantún

eran las Fiestas de las Artes, don-

de convocaban a artistas de diversas disciplinas, visuales y

escénicas, a presentar sus trabajos, realizar talleres abiertos

a toda la comunidad e intercambiar experiencias. “Se reali-

zaban por un fin de semana, sábado en Colbún y domingo

en Panimávida y siempre tuvimos mucha asistencia y par-

ticipación de la comunidad. Había diez o doce actividades

funcionando al mismo tiempo por un día entero con artistas

circenses, ilustradores, orfebres, artesanos, rincón de lec-

tura y mucha alegría, amistad y música”, recuerda Carola.

Fotografías: gentileza Agrupación

Cultural Ayekantún.