Arte en la Chile - N°12 - page 7

Arte en la Chile
Revista de la Facultad de Artes
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R
ecurrentemente hablamos de la Memoria. Dicho así,
en singular, parece como si existiese una entidad to-
talizadora que contuviese las múltiples manifestacio-
nes y trazas de lo que ya no es, ha dejado de ser o ha des-
parecido. En el lugar de ello quedan fotografías, documentos
invariablemente inocentes, pura materialidad abierta de sig-
nificaciones, objetos y cosas, preciadas o no, generalmente
traspapelándose en la masa indistinta de las cosas que ya no
son ni pertenecen a nadie que las reconozca. Quizás debamos
decir entonces lo obvio: se trata también de memorias, peque-
ñas historias –insignificantes para los grandes trazados de la
Historia- que parten del encadenado indiscernible de fragilida-
des, fragmentos de vida y deseo que constituyen la tesitura de
nuestras calles, ciudades y mundos. Subrepticiamente tam-
bién, de eso que llamamos de forma cada vez más abstrac-
ta: nuestra Historia Política o, simplemente, la gran Historia.
A veces se erigen monumentos y memoriales, los que mu-
chas veces no hacen otra cosa que conmemorar la habili-
dad de su propio autor. Imágenes alegóricas que en singular
sólo discuten consigo mismas y sus operaciones estéticas.
El arte a menudo se expone y discurre en torno a la memo-
ria y sus mecanismos, dejando cada vez más atrás, en un
doble e implacable silencio, a quién ha cesado de existir.
El arte también ha de hacerse cargo de la demanda cada vez
más relativizada por su banalidad, de materializar ese silencio,
proyectarlo como cuerpo borrado, enrostrarnos la desapari-
ción como presencia y presente constante; no sólo llenar el
vacío, sino explicitar el vacío de quienes siguen no estando
ahí y han padecido. Quizá se trata entonces de develar esas
trazas, pequeños gestos inscritos en la pizarra mágica a medio
borrar de nuestros espacios cotidianos y calles inadvertida-
mente llenas de esas vidas ausentes, capturar el estado de
su piel que contiene y encubre sigilosamente en sus estra-
tos las palabras que aún resuenan en la memoria de algunos.
Recuerdo aquí la acción de Hernán Pa-
rada en octubre de 1980, conmemoran-
do los 10.000 días de existencia de su
Francisco Sanfuentes
Académico
Departamento de Artes Visuales
OPINIÓN
Desaparición y
Memoria
hermano detenido desaparecido. Luego
su rostro transformado en una precaria
máscara de papel, recorriendo los espa-
cios que él pudo recorrer previo a su de-
tención, lugares de memoria que, quizá,
sólo pueden ser señalados.
Puesta en obra de la borradura y degradación cotidiana del
cuerpo en las calles, fotocopiado hasta ser mancha indistinta,
tóner saturado, llevado a cuestas por la ciudad como ausencia
y delito persistente, sin lugar ni cuerpo definitivo, “consumán-
dose minuto a minuto”, materializando la actualidad de quien ya
no está. De todo aquello sólo nos ha quedado una fotografía de
la acción que nos
recuerda con persistencia que aquello no ha
cesado. Y que el horror de lo irrepresentable no cabe en un
memorial ni imagen signada como arte, sino que aún discu-
rre velado allá afuera y cada día en constante desaparición.
¿Cuántas fotocopias de rostros, cada una y cada vez más
una mancha, se han impreso, diseminándose y traspapelán-
dose en nuestras calles?
Quizás ya no sólo se trata de ver, sino de hablar. Y para ha-
blar hay que recordar y también escuchar lo que nos dicen
las cosas, ahí, donde ya hemos dejado de detenernos.
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