El contexto, explica, la empujó a mirar procesos fuera de la escuela, “procesos de
precarización, y tratar desde ahí de comprender en Chile el vínculo entre las trans-
formaciones sociales, relevar aquellas transformaciones estructurales que están
siendo permanentes y muy invisibilizadas, como la pobreza y la vulnerabilidad”.
Las inseguridades sociales, explica la académica, no necesariamente se transforman
en capacidades individuales o en desconfianzas colectivas. Y las desconfianzas afectan
el bienestar subjetivo. “Todos los estudios de calidad de vida nos hablan de un Chile
desconfiado y desde hace mucho tiempo de los miedos del chileno, puestos en los
informes sobre Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el De-
sarrollo. Sin embargo, los movimientos subjetivos parecen ser más potentes”, asegura.
Y se traducen en acción…
- No necesariamente se traducen además en acción colectiva o en acción politizada,
pero podrían ser un buen germen, como el movimiento subjetivo del miedo a la
desconfianza y que hemos visto a propósito de los desastres, y donde al rico y al
pobre le pasa por igual. Y hay que tomar opciones; los riesgos se conforman en una
arquitectura subjetiva y que atraviesa distintos niveles de la vida.
ACADEMIA Y CONOCIMIENTO POPULAR
Actualmente, Sonia Pérez es investigadora responsable (s) del Centro de Investi-
gación en Vulnerabilidades y Desastres Socionaturales (CIVDES), de la Facultad
de Ciencias Sociales, y forma parte de la Comisión Transdisciplinar de Desarrollo
Atacama de la Universidad de Chile, que tiene como misión proponer a la comisión
interministerial Ciudad, Vivienda y Territorio un programa de desarrollo que sobre-
pase la idea de una intervención “desde arriba” para instalar un plan que considere
actores sociales, dirigentes comunitarios, Estado y gobernanza municipal; es decir,
hacer dialogar y actuar transversal y horizontalmente a quienes han vivido desastres
naturales y donde la experiencia de Chaitén (2008) y del terremoto 27F (2010) es
fundamental a modo de aprendizaje e investigación académica asociados.
Desde ese espacio, Pérez ha tapizado su oficina con registros que dan cuenta de los
proyectos que esta unidad ha liderado y que hoy mueve en la Universidad con el fin
de articular un lugar para un conocimiento que se proyecte, precisamente, sin muros.
El trabajo de esta Comisión Transdiciplinar de Desarrollo Atacama, explica, significa
retomar un compromiso con esa región que venía gestándose desde hace tiempo.
“Estaba aunándose cierta sensibilidad académica que empezaba a ver en las regiones
lugares en donde poder estar y desde donde se puede construir en alianza el trabajo.
La comisión no nace en el interés de ayudar en donde se requiere ayuda, no es ni hu-
manitaria ni voluntaria, ni emergencista ni asistencialista, sino que se encuentra con
una política previa de la Universidad –en que la Chile realiza tutorías a las universi-
dades que están en creación y planea instalar centros de investigación-, con un Estado
que nos estaba diciendo, desde el ministerio del Interior y los gobiernos locales, cuáles
son las demandas. Salud y problemas como la sequía, por ejemplo”.
La Universidad, dice Pérez, no puede hacerse cargo de un problema de emergencia,
“pero sí hacerse eco de un vínculo con localidades, que mire a largo plazo, pero que
“Todos los estudios de
calidad de vida nos hablan
de un Chile desconfiado
y desde hace mucho
tiempo de los miedos del
chileno, puestos en los
informes sobre Desarrollo
Humano del Programa de
Naciones Unidas para el
Desarrollo. Sin embargo,
los movimientos subjetivos
parecen ser más potentes”
4
El Paracaídas / Nº 10 / Agosto 2015