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cen una mirada machista y heteronormada de lo que sucede

en la sociedad, en donde pareciera ser que es el hombre el que

debe tomar las decisiones”.

“Echo de menos un habla femenino en la discusión. Creo que

es muy importante escuchar a las mujeres que han tenido una

situación crítica, en las que su vida ha estado en peligro porque no

se ha interrumpido un embarazo oportunamente”, a"rma Cecilia

Sepúlveda, médico y académica de la U. de Chile, quien también

se ha referido públicamente al tema de la objeción de conciencia.

La objeción de conciencia “se trata de un derecho personal que

tiene que ver con las creencias más profundas de cada perso-

na que ante una orden, una situación administrativa

que les exija una determinada acción, rechazan

hacerla porque eso iría en contra de sus

convicciones”. Eso en contraposición

a lo que algunos representantes del

sector privado de la salud, como

los de la Red de Salud UC

Christus a partir de las decla-

raciones del Rector Ignacio

Sánchez, lo han planteado

“como objeción de concien-

cia institucional, sobre la que

uno puede decir desde la

manera más simple, que las

instituciones no tienen con-

ciencia”, agrega Sepúlveda.

LEY O NO LEY

La pregunta que aparece si se aprueba

la despenalización del aborto en las tres

causales planteadas por el Ejecutivo es qué vie-

ne en adelante: una apertura hacia una ley de aborto libre,

o el "n de la discusión.

“Creo que primero que nada es necesario avanzar en despe-

nalizar el aborto. Negarle ese derecho a las mujeres es algo

inhumano y totalmente retrógrado. Avanzar en esa línea es

lo principal y es posible que esto abra la discusión a ampliar

el aborto frente a otras situaciones”, dice Cecilia Sepúlveda.

Marisa Matamala es más escéptica. “Dicen que este es un pri-

mer paso, pero eso es un mito. Yo no digo que no voten este

proyecto, pero las cifras hablan por sí solas: van a quedar desde

65 mil hasta 135 mil mujeres sin derechos, haciéndose abor-

tos inseguros. No hay ciudadanía de las mujeres si no pueden

decidir sobre sus cuerpos y sobre sus proyectos de vida. La

democracia queda restringida”.

Irma Palma sostiene que la experiencia latinoamericana está

más próxima a la tesis de que esta regulación no constituiría

el comienzo de un proceso de legalización que conduciría al

aborto voluntario. “En Latinoamérica los otros gobiernos de

izquierda resultan decepcionantes. Ecuador, Nicaragua, Boli-

via, son el extremo. Los derechos reproductivos no han sido

apropiados por la izquierda política, los dirigentes hablan en su

nombre, pero lo hacen en general negando justamente

su principio: la libertad reproductiva y la auto-

nomía de las mujeres”.

Para Pamela Eguiguren la arista

más importante a defender, por

ahora, es la causal de violación.

“Si va a haber una discusión

y una falta de apoyo al pro-

yecto que implique que se

cuestione la tercera causal,

yo pre"ero que no haya ley

de aborto. En ese sentido,

yo no renuncio a hablar de

lo que Chile necesita, porque

Chile necesita hablar de abor-

to a todo evento”.

“Lo que nosotras queremos es que

las mujeres en Chile tengan el mismo

derecho que las mujeres tienen en la gran

parte de los países democráticos del mundo, que

es el derecho a decidir si continuar o no con un embarazo.

Que no se adopte una ley pensando en si en cinco o diez años

se puede cambiar por otra, sino que se adopte una regulación

que hoy día responda a las necesidades que hay en el país”,

señala Toledo.

Judith Muñoz rea"rma la idea lanzando otro número sobre la

mesa: “el 61 por ciento de las mujeres en el mundo viven en

países en los que tienen acceso al aborto y no necesariamen-

te restringidas a tres causales. A nosotros nos gustaría que se

considerara ese ejemplo”.

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El Paracaídas / Nº 6 abril 2015

“Dicen que este es un

primer paso, pero eso es un mito.

Yo no digo que no voten este proyecto,

pero las cifras hablan por sí solas: van a

quedar desde 65 mil hasta 135 mil mujeres

sin derechos, haciéndose

abortos inseguros”, dice

Marisa Matamala.