Palabra Pública N°18 2020 - Universidad de Chile

A sus 23 años, la vida de Raúl Zurita Canessa cambiaría para siempre. Era joven, pero ya tenía dos hijos con la artista Victoria Martínez —hermana del poeta Juan Luis Martínez—, cursaba el sexto año de Ingeniería Civil en la U. Técnico Fede- rico Santa María y también escribía poemas que publicaba de forma fragmentada en distintas revistas literarias. Como militante comunista, el día anterior al golpe de 1973 había ido a una protesta; el 11 mismo lo llevaron preso, terminaría en el carguero Maipo junto a otros 800 detenidos. Fueron días de angustia, pero Zurita sobrevivió. No se quedó en Valparaíso, regresó a Santiago, a la casa de su madre, la italiana Ana Canessa Pessolo, y allí se fue reconstruyendo. “Encerrado en ese barco tuve la sensación de que esa era toda la realidad, de que nunca hubo un mundo antes, de que todo había sido sólo ilusiones y de que lo único real es que te estaban matando a patadas. En ese momento me di cuenta de que la poesía era demasiado importante para mí, de que a través de la palabra y los poemas era la única forma en que podía combatir mi propia desesperación y la desesperación colectiva”, dice hoy el poeta, ganador del Premio Nacional de Literatura 2000 y del Premio Iberoamericano de Literatura Pablo Neruda 2016. Zurita pasa estos días recluido en su casa junto a su pareja, la escritora Paulina Wendt, y por videollamada contesta esta entrevista. De esos días ya lejanos de dictadura mantiene la convicción de que la palabra es un arma poderosa de denuncia y lucha contra la opresión, como la frase que escribió en el desierto de Atacama y que aún persiste: “Ni pena ni miedo”, con la que titula su último volumen de poesía y aproximaciones críticas a su obra que acaba de arribar a librerías italianas. A sus 70 años, el poeta confirma su relevancia internacional: el diario El País lo situó recientemente en una lista de favoritos para el Nobel entre autores de habla hispana como el español Javier Marías, el cubano Leonardo Padura y el colombiano Fernando Vallejos; y por estos días se preparaba para dictar un taller de poesía virtual en el Instituto Cervantes de Madrid. Y sigue escribiendo, recuperado de dos cirugías donde literalmente le abrieron el cerebro y el corazón. “El 2019 fue mi año operático”, dice entre risas y casi sin rastro de los temblores del párkinson que padece hace más de 20 años. —¿Cómo se siente hoy después de lo vivido en 2019 y ahora enfrentando la crisis sanitaria que nos obliga a estar encerrados? La estoy soportando bien, con mi mujer, y al solamente decir eso ya te hace ver tu situación de privilegio. Tú miras el mundo y es un horror la situación, la incertidumbre, las muertes. Estoy en cuarentena desde el 2 de marzo, llegué justo de Italia en esa fecha y decidimos con mi mujer encerrarnos y lo podemos hacer, ¿te fijas? Y esa situación no deja de tener algo de avergonzante. Encerrarse hoy es un privilegio y un lujo sobre la condición de tantos y tantas que no pueden hacerlo. Es tan tonto sentir culpa por algo que va más allá de ti, pero igual la sientes, no me siento bien en esta situación. —En 2019 se sometió a una intervención al cerebro para disminuir los síntomas del párkinson. ¿Cómo vivió ese proceso? Fue duro, acá hay tanta gente que tiene lo mismo que yo y que podría acceder, pero es imposible porque en Chile es carísima, y como comenzó hace poco, no tienen la misma experticia para hacerla. En Italia está dentro del sistema público y vienen haciendo esta operación desde los 90, totalmente gratis. La operación fue de siete horas a ce- rebro abierto y quedé muy bien, porque ya con el párkinson prácticamente no podía caminar, cruzar las puertas solo, muchas cosas. Pero dos meses después, ya en Chile, tuve una opera- ción a corazón abierto que duró nueve horas y ¡qué diablos!, aquí estamos. Estoy bien, por lo menos ahora, y eso ya es un milagro porque el párkinson es una enfermedad que no tiene cura y por debajo continúa su avance, pero eso de estar bien hay que decirlo muy despacio, porque si no, los dioses te escuchan y te castigan por tu arrogancia. —¿No sintió miedo? No, fíjate, más miedo tengo ahora y no por la muerte, porque es tonto temerle a “Sé lo que es no tener absolutamente ningún apoyo ni ninguna ayuda, pero por eso mismo sé que no dependemos de eso. Un artista o es más fuerte que sus circunstancias o no es un artista, pero si lo es, hará las cosas igual, con financiamiento o sin financiamiento”. 52

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