Palabra Pública N°18 2020 - Universidad de Chile

L a ciencia viene produciendo conocimiento respecto a la pandemia de Covid-19 a una velocidad increíble. Nuestros sistemas de vigilancia y asistencia sanitaria, particularmente los servicios de cuidados intensivos, están siendo puestos a prueba. Nunca la salud y sus trabajadores tuvieron tanta visibilidad. En medio de la cri- sis, parece que la sociedad finalmente logró reconocer cuán imprescindibles son y cuánto deben ser valorados. Aún más, en esta emergencia sanitaria de escala global se percibe cómo han sido las medidas “no farmacológicas”, como el cuidado de la higiene, uso de mascarillas, cuarentena y aislamiento social, las que han demostrado impactos más significativos sobre el Covid-19. Esto, por sí solo, nos permi- tiría reflexionar sobre el real alcance de las tecnologías duras y del modelo biomédico (centrado en el médico, en proce- dimientos y en el hospital) y sobre cómo hemos despreciado condiciones de vida y de trabajo, desigualdad social, modos de vivir y usufructuar de la naturaleza a la hora de compren- der los determinantes del proceso salud-enfermedad. Mirando a Brasil, se comprueba que el país se aproxima, de manera acelerada y preocupante, a una situación desastro- sa, debido a que se conjugan tres dimensiones críticas: a) los graves errores en el enfrentamiento sanitario de la pandemia; b) la inefectividad parcial o total de los programas de apoyo financiero a las poblaciones vulnerables, empresas y entes ad- ministrativos (municipios y estados); y c) el sabotaje explícito del gobierno federal, y en particular del presidente de la Re- pública, a las iniciativas de combate a la pandemia. Pasados más de 90 días desde la notificación de los primeros casos, el cuadro epidemiológico del Covid-19 en Brasil aún es de ascenso explosivo. El país ocupa el segundo lugar en números absolutos de casos y decesos, concentran- do más del 20% de las nuevas notificaciones efectuadas en el mundo en las dos últimas semanas, a pesar de contar con apenas el 2,7% de la población mundial. Hasta el 17 de junio había 960.309 casos confirmados, 46.665 fallecidos, con letalidad del 4,9% y coeficiente de mortalidad de 22,1 / 100 mil habitantes. El análisis comparado de coeficientes de incidencia in- dica que Brasil (519,2), en el contexto de América Lati- na, está apenas por detrás de Chile (965,2), Perú (731,1) y Panamá (524) en relación al número de casos por cada 100 mil habitantes. Esos datos todavía esconden la enorme subnotificación que ocurre en Brasil, donde sólo los casos graves son sometidos a diagnóstico virológico. Los estudios de seroprevalencia indican que nueve brasileños están infec- tados por cada caso notificado, lo que permite estimar que más de nueve millones de brasileños ya fueron infectados por el nuevo Coronavirus (Fuente: Worldometers, accedido el 17 de junio de 2020). La subnotificación puede ser confirmada por el análisis comparativo del número de exámenes realizados por mi- llón de habitantes: EE.UU. : 70.302; UK: 104.930; Espa- ña: 103.232; Italia: 78.945; Chile: 46.372; Perú: 43.028; Uruguay: 156.872, mientras que en Brasil se habían reali- zado apenas 8.044 exámenes. Las proyecciones indican que la cumbre de la curva de contagios podría llegar a mediados de julio, pero en fun- ción del comportamiento asincrónico de la enfermedad en distintas regiones del país, las variaciones regionales podrían alargar la incidencia de casos por un tiempo aún indeterminado. Un estudio realizado por el Imperial College (UK) en marzo evaluó posibles escenarios para el futuro de la epide- mia en Brasil. El más grave, sin aislamiento social, estimaba la cifra de 1,1 millón de fallecidos. El menos comprome- tedor, con aislamiento social precoz, auguraba 44 mil de- cesos, número ya sobrepasado el 15 de junio y que debería llegar, según nuevas proyecciones, a un techo superior a las 120 mil muertes. La respuesta sanitaria ha sido un terrible fracaso. La red de atención primaria se ha comportado como un sujeto ausente, a pesar de que 80% de los casos sean asintomáticos o leves, lo que implica que, por lo tanto, deben ser seguidos en las propias comunidades, con la orientación de aisla- miento y búsqueda de contactos infectados. La oferta de exámenes de biología molecular (RT-PCR) ha sido mucho menor a la necesaria y la red de laboratorios de salud públi- ca, semiautomatizada y precarizada, sufre por el desfinan- ciamiento. El tiempo transcurrido hasta la aparición de casos autóctonos no fue utilizado para la adquisi- ción de equipamiento de protección individual, mascarillas, kits de diagnóstico, medicamentos, insumos, respiradores o para la ampliación del número de camas UCI. El presidente de la República se situó como el principal opositor a las directrices del Ministerio de Salud que recomendaban el aislamiento social. Se estableció una dispu- ta política con alcaldes y gobernadores respecto de la adopción de tales medidas, que jamás llega- ron a ser debidamente cumplidas. El Sistema Nacio- nal de Salud (SUS), históricamente subfinanciado y desde el golpe de 2016 desfinanciado por el Nuevo Régimen Fis- cal que impuso el congelamiento de gastos públicos por 20 años, se encontraba en una situación profundamente incompetente y aún así, gracias a su simple existencia, miles de vidas se pudieron salvar. Aparte de eso, es sabido que sin un soporte financiero efectivo, que asegure las condiciones de sobrevivencia a las POR ARTHUR CHIORO 47

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