Palabra Pública N°18 2020 - Universidad de Chile

la incertidumbre, es su estado cotidiano”. Al no saber si el sueldo alcanzará hasta fin de mes o si el próximo ha- brá trabajo, explica, “han elaborado un sistema de vida en torno a esa incertidumbre. Las familias extendidas viven cerca para poder ayudarse; se vive por generaciones en las mismas poblaciones, por ende, las redes son muy densas”. De ahí el rápido resurgir de las ollas comunes contra el hambre, subraya. Consultada por la relación de los sectores populares con el Estado, cuyas políticas resultarán fundamentales para contener la pobreza extrema, Ruiz Jabbaz advierte que no es cotidiana y que “cuando aparece, está mediada por mucha burocracia, por la sensación de estar siendo exami- nados, de tener que demostrar que se es pobre . Para obtener su ayuda uno debe estar dispuesto a ser sometido a un es- crutinio, a un proceso humillante, en cierto sentido”. Una presencia que sí es cotidiana “es la represión”, añade, “aun- que la sensación más común es de ausencia, de abandono”. ¿Otra forma de repartir y producir? Para Emmanuel Barozet, “el tamaño de la debacle social y económica podría empujar a un cambio de las reglas del juego, pues la crisis actual desafía todas nuestras concep- ciones de lo que es la política sanitaria y social. Incluso los grupos de clase media que no se sentían vulnerables pueden serlo hoy o mañana”. Frente a la pregunta de cómo enfrentar dicha debacle, Leonardo Moreno asegura que Chile tiene mayor capaci- dad que a principios de los 90 para aumentar el gasto públi- co, para “echarle una mano a la gente que está en una situa- ción compleja y reactivar la economía”. El gran problema, a su juicio, “es cómo, a través de la política pública, vamos a determinar quiénes son los beneficiarios, si son titulares de derechos o si vamos a focalizar y cómo”. “Con una rotación tan grande alrededor de la pobreza y un 60% tan homogéneo de la población, tener políticas tan focalizadas es complicado”, indica. Además, “la cantidad de problemas psicológicos, sociales, de rompimiento de los vínculos que trae aparejada la focalización que en Chile ha tenido durante 40 años el sistema, es brutal. Aquí los po- bres no sólo tienen que ser pobres, tienen que demostrar que son pobres, pero no sólo eso, tienen que competir”. Desde la FSP, cuenta Moreno, vienen planteando la necesidad de cambiar el modo de focalizar ciertas políticas y asegura que redoblarán los esfuerzos en ese sentido. Se re- fiere a la necesidad de focalizar “no por individuos, sino por grupos y territorios, trabajando más con la comunidad”. La “fijación con lo individual y a lo más lo familiar”, asegura, impide pensar políticas que favorezcan la cohesión social y “se hagan cargo de un concepto fundante de la pobreza multidimensional: la soledad y el aislamiento social”. Carlos Ruiz Encina coincide en la necesidad de repen- sar las políticas sociales: “se van a tener que basar en otro modo de apreciar, medir y abordar la pobreza y la forma en que la contempla el gasto social. Discriminar debajo de la línea de la pobreza es un absurdo”. Pero advierte que “esta es como la dimensión hospitalaria del problema de la po- breza, que es contenerla”. El problema más grande, alerta, es que “el modelo de crecimiento que sirvió para reducirla ya no tiene las ventajas que tuvo”. “Las ventajas de una economía basada en la inserción primario-exportadora tenían límites, y esos límites ya los tocamos. Apostar a eso no era sostenible en el tiempo. No se va a repetir un ciclo de disminución de la pobreza como el que vimos en ese momento”. Según Ruiz Encina, “habrá que replantearse el patrón de crecimiento, buscar otras formas de inserción en la economía internacional que no impliquen tener que levantarse cada mañana a ver cómo está el precio de los commodities . Ojalá eso cruce el proceso constituyente”. También para Ramón López la reducción de la pobreza es indisociable de cómo se produce y reparte la riqueza. “Los grandes monopolios, los súper ricos, los 260 indivi- duos que tienen en promedio una riqueza por encima de los 700 millones de dólares, han creado sólo una propor- ción de la riqueza que tienen, lo que más han hecho es apropiarse de riqueza existente. Del consumidor, cobrán- dole precios exageradamente altos; de los trabajadores, pagándole salarios menores a su productividad marginal; explotando a las Pymes, usando información privilegiada –que es extraer riquezas de otros inversionistas–”. Por eso propone gravar las rentas económicas, “los re- tornos al capital que están muy por encima de la tasa que reinvierten”. Es el caso de las empresas del cobre, asegura, que de acuerdo al estudio del que es coautor, Nuevas estima- ciones de la riqueza regalada a las grandes empresas de la mi- nería privada del cobre: Chile 2005-2015 , generaron “120 mil millones de dólares durante los 10 años del boom que no fueron gravados por el Estado y se dejaron ir a manos de empresas privadas. Chile podría gravar allí sin afectar ni un ápice la inversión e invertir ese dinero en los bienes públi- cos y sociales en los que estamos tan rezagados”. Alejandra Fuenzalida. 24

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