Palabra Pública N°15 2019 - Universidad de Chile

en su prosa más propia del periodismo o de la publicidad —en el caso de que a día de hoy sea posible distinguirlos— que de la literatura. Ambos operan a partir de semblanzas cuyos acercamientos manidos, vistos los resultados, se desentienden de la noción de libro como unidad, que es lo único a lo que parece haber apuntado Reyes en lugar de atender al estilo; o profundamente caprichosa e indelicada con sus fuentes, rebajadas ape- nas a espejos adolescentes, en el caso de Valdés. No pretendo ser injusto, quizás la cosa funcione mejor si ponemos al libro de Gerber en una serie acorde a su forma, por ejemplo: junto a Cuaderno de faros (Montacerdos, 2019), de Jazmina Barrera, y El trabajo de los ojos (Lecturas Ediciones, 2019), de Mercedes Halfon. Libros que son una indagación en el ejerci- cio de la escritura, libros que son más un modo de decir antes que un ir diciendo, aunque también lo sean; libros ante los cuales tengo un único reparo que no sé si podría explicar sin parecer loco: están demasiado escri- tos. Libros cuyo propósito pasa por estabilizar algo que en principio apa- rece difuso convirtiéndose en el testimonio tangible de una convicción: hay que escribir. Mejor: algo debe ser escrito. Lo malo es que esta serie dejaría fuera al tema del ensayo de Gerber y los felices lectores de César Aira sabemos que hay algo en el ensayo que opera a partir de la elección de su tema. Por eso no sería descabe- llado leerlo junto a El asedio de las imágenes (Bastante, 2019), de Stan Brakhage, no sólo por cómo operan ambos respecto de las semblanzas, sino por cuánto refieren acerca de su propio trabajo en el acercamiento a las personalidades que tratan y retratan. No afirmo ese tópico que reza que cuando un artista habla del trabajo de otros está hablando de sí, pretendo ser más sutil: en cada frase se juegan sus posibilidades expre- sivas, en cada atributo asignado al autor que tratan enuncian una ética sin enunciarla. En Gerber aparece algo además de la elección: el rodeo que se confunde con la búsqueda, que atiende a sus objetos de estudio con un cuidado único, que busca presentarlos sin atribuirles un juicio y que en su lugar elige un rasgo sintomático que ejerza de umbral: una entrada que, para ilustrar una disfuncionalidad, se mueve y desarrolla en torno a la indeterminación. Siete ensayos, cinco de ellos dedicados a artistas. A saber: Vito Acconci, Sophie Calle, Ulises Carrión, Marcel Broodthaers y Öyvind Fahlström. Los otros dos, a modo de apertura y cierre, se miden con el modo y su práctica: la enunciación de un hacer. Su trabajo es un recorrido de una autonomía muy precisa, no parece que ningún medio expresivo pudiese reemplazar lo escrito. Esta especificidad hace perfec- to a este libro, la argumentación y su despliegue ilustran que Gerber, como la artista visual que es, se mueve en una zona que se alimenta de medios y formatos a los que les reconoce un propósito diferente. “No desconfiamos del silencio sino de la ambigüedad que implica”, dice casi al principio y ya es imposible abandonarla. Mudanza Verónica Gerber Editorial Montacerdos, 2019 107 páginas $9.000 19

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