Palabra Pública - N°13 2019 - Universidad de Chile

Toda la micro escuchando… Y hubo un tremendo aplauso cuando le entre- garon el Honoris. En una micro entre La Serena y Coquimbo. Media micro celebrando el Honoris…Una belleza”. No hay explicación lógica para la extrañeza que consigna el relato. Sólo podemos imaginar que la “belleza” de esta remota y sorprendente “tra- ducción cultural” se debe a cómo las redes de afectos político-feministas, saltándose las distancias entre latitu- des extremas, supieron generar proxi- midades entre cuerpos que se sintieron igualmente motivados por una misma conciencia de lo urgente en materia de derechos e identidades a conquistar. “Ideología de género” versus “teoría crítica” Me gusta citar una frase de Judith Butler que dice: “Hay un nuevo territorio para la teoría, necesariamente impu- ro, donde ésta surge en el acto mismo de la traducción cul- tural. Se trata del surgimiento de la teoría en el sitio donde se unen los horizontes culturales, donde la exigencia de la traducción es aguda y donde su éxito es incierto”. Hablar de una “teoría impura” es, primero, hablar de una teoría que no se cree auto-suficiente, sino que reconoce depender de un conjunto de exterio- ridades (otras disciplinas, otras for- mas de saber y hacer, otros vecinda- rios, otras corporalidades y materias) para transitar por zonas de contacto y fricciones que ponen a prueba sus lí- mites y condiciones. Butler asume las insuficiencias de la teoría que, lejos de refugiarse en la pureza y certeza del método como lo pretende el acade- micismo, se roza con las formaciones heterogéneas del presente en curso, que modifican el contenido de los tex- tos de acuerdo a la circunstancialidad de sus usos. Demás está decir que esta visión de la teoría —como impureza e incerteza— repercute en las defini- ciones mismas de “universidad” que proyecta Judith Butler desde la teoría crítica y su compromiso con un futu- ro transformador de las humanidades: una universidad cuyo adentro (ritos de enseñanza, jerarquías del saber, organi- zación de las disciplinas, clasificación del conocimiento, etc.) se ve desafia- do por un afuera hecho de luchas y revueltas de cuerpos e identidades en torno a los significados incompletos de la democracia. La teoría se formula entonces, para ella, como un ejercicio situado de análisis y comprensión que lleva al pensamiento a dialogar con la acción para extraer de ella fuerza y energía, en medio de la conflictividad social. Butler ha insistido en que “la teoría feminista nunca está del todo dife- renciada del feminismo como mo- vimiento social. La teoría feminista no tendría contenido si no hubiera movimiento social y el movimiento “Butler proyecta una definición de ‘universidad’ cuyo adentro (ritos de enseñanza, jerarquías del saber) se ve desafiado por un afuera hecho de luchas y revueltas en torno a los significados incompletos de la democracia”. social, en sus varias direcciones y for- mas, ha estado siempre involucrado en el acto de la teoría. La teoría es una actividad que no está restringida al ámbito académico. Se da cada vez que se imagina una posibilidad, que tiene lugar una reflexión colectiva, que emerge un conflicto sobre los valores, las prioridades o el lenguaje”. Fuera del refugio academicista de la pura abstracción filosófica, la práctica teórica de Butler le sirve al feminismo para multiplicar los ejes de comprensión en torno a cómo opera —simbólica y material- mente— el sistema dominante sexo-género en la cultura y la sociedad; para rebatir-debatir las visiones de mundo que este sistema impone en las estructu- ras públicas y los mundos pri- vados; y para estimular nuevos “actos de interpretación” en tor- no a la sexualidad y la identidad que liberen formas de subjetivi- dad alternativa a las que pres- cribe el dominio patriarcal, en asociación con otras rebeldías político-sociales. Para sus detractores (que contribuyeron paradójicamente a que su fama traspasara las estrechas —y a menudo inofensivas— fronteras de la academia, volviendo público su nombre como símbolo internacional del peligro de disolución moral y se- xual que encarna hoy el feminismo), Judith Butler sería la autora de una maquiavélica “ideología de género” acusada de pervertir el naturalismo sexual de los cuerpos originarios di- vididos por la separación fija entre masculino y femenino y, también, de corromper el núcleo sagrado de la familia como entidad procreado- ra. Pero sus enemigos no saben que Butler es mucho más peligrosa siendo 6

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