Palabra Pública - N°13 2019 - Universidad de Chile

municados de prensa elaborados por las compañías que los venden y las instituciones que los compran. En ese sentido, el caso de Mall Plaza es ilustrativo. En noviembre de 2018, la cadena de centros comer- ciales anunció la utilización de un sistema de reco- nocimiento facial para combatir hurtos y robos, en asociación con las policías uniformada y civil. Cuatro meses más tarde, Las Últimas Noticias publicó los re- sultados de las pruebas que la PDI realizó a Herta, el software de factura española utilizado por Mall Plaza: el 90% de las identificaciones fueron falsos positivos. En el caso del Sistema de Televigilancia Móvil, la información provista ha sido escueta, fragmenta- ria y, a ratos, contradictoria; poco se sabe respecto a sus capacidades reales. El capitán Alonso Araya, jefe de la sección de drones de la Prefectura Aeropo- licial de Carabineros, afirmó que se estaba utilizando “tecnología de punta”. ¿De qué punta? Nadie sabe. Este comentario, aparentemente insignificante, es un ejemplo claro de lo que Meredith Broussard -autora de Artificial Unintelligence: How Computers Misun- derstand the World - denomina tecnochovinismo: la creencia profunda de que la tecnología es siempre la solución a cualquier problema. En el caso de las tecnologías de vigilancia, las justificaciones siempre vienen llenas de buenas in- tenciones y ningún estudio de impacto que avale la medida, como si estos fuesen redundantes e inne- cesarios. Como si la tecnología fuese por sí misma buena y deseable. La muchedumbre y el miedo En Chile, los datos biométricos -como el rostro, las huellas digitales o el iris- califican como datos sensibles y están sujetos al mayor estándar de pro- tección que establece la ley. Su tratamiento puede realizarse de forma excepcional, bajo las circunstan- cias estipuladas en la legislación o con la autoriza- ción expresa del titular de los datos. Así, el uso del reconocimiento facial en el marco de un plan de vigilancia hoy es potencialmente ilegal. A pesar de ello, el anuncio no ha generado gran debate. ¿Por qué no nos incomoda tanto la presencia de dispo- sitivos capaces de identificarnos y registrar nuestros movimientos en el espacio público? En Las redes del poder, Michel Foucault afirma que la delincuencia tiene una utilidad política: en la medida en que es posible fomentar y administrar el miedo, ampliar las facultades del sistema de con- trol policial se vuelve más sencillo y hasta deseable. “La existencia de ese pequeño peligro interno per- manente es una de las condiciones de aceptabilidad de ese sistema de control”, escribe. En un país con niveles completamente dispares entre criminalidad y su percepción -como lo confirma la Encuesta Nacio- nal Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC)-, la explicación hace sentido. Este es un fenómeno que va de la mano con los cambios demográficos asociados al desarrollo de los grandes centros urbanos, como el crecimiento de la población y la migración, y el modo en que este es percibido por los ciudadanos. En El París de Baude- laire, Walter Benjamin analiza a la muchedumbre y la liga al desarrollo de las historias de detectives y al avance en las técnicas de identificación a partir de las huellas digitales. Las aglomeraciones de gente le per- miten al individuo esconder aquel secreto que cada uno porta; es fuente de misterio y miedo. “La masa aparece como el asilo que protege al asocial de sus perseguidores”, apunta. Ahí yace también una posi- bilidad liberadora de la muchedumbre: esconderse entre la gente, conservar el anonimato. El desarrollo de la identificación a partir de las huellas dactilares, asistida por la fotografía, se conver- tirá en “la más decisiva de todas las conquistas sobre el incógnito de una persona”, según Benjamin. Hoy, la cámara fotográfica ha dado paso al dron y al reco- nocimiento facial, tecnologías que permiten vigilar a la muchedumbre de modo casi imperceptible, pero totalizante; analizándola con rigor matemático, algo- rítmico, despojando a la muchedumbre de su manto protector y escrutando la verdad inscrita en el rostro de cada individuo. Proyecto de verano “Normalmente no pensamos que la visión re- quiera inteligencia: todos los que no están ciegos pueden hacerlo y también las ardillas”, explica Mar- garet Boden, investigadora de las ciencias cognitivas y autora de Mind as a Machine, una historia en dos “Si lo señalado por [las autoridades] es correcto, [el actual] se trataría del despliegue más ambicioso de este tipo de tecnologías [de reconocimiento facial] en el país”. 56

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