Palabra Pública - N°13 2019 - Universidad de Chile

venida a una verdad caleidoscópica, fragmentada, reproducible sólo a retazos, que llegaría por muchos más canales que los manejados por los grandes gru- pos económicos… Y nosotros teníamos tantas ganas de una utopía. Deseábamos con tanta fuerza creer en un algo colectivo que nos redimiera del individualis- mo imperante en aquellos años 90, que nos lanzamos y tuvimos fe. Pero, al mismo tiempo, también titu- beamos: ¿cómo destetarse del criterio de autoridad de la prensa, de la sacrosanta figura del editor, de la letra impresa, del periodista médium-traductor de la realidad? ¿Cómo dejar de creer en tu diario favorito, ese que te acompañaba en el desayuno de cada día? Poco tiempo después, el rumor de la colmena tuvo la oportunidad de comprobar el alcance de su ver- dad. La mañana del 11 de marzo de 2004 diez explosiones estallaron en los trenes de la estación de Atocha de Madrid. El gobierno de José Ma- ría Aznar se cerró en banda para dar una única versión. En la televisión, el Ministro de Interior aseguraba que ETA había puesto las bombas. En la radio, la Ministra de Relaciones Exteriores clamaba que los terroris- tas vascos habían atacado de nuevo. Una edición especial vespertina de El País tituló a cinco columnas “Matan- za de ETA en Madrid”. A pesar de las pistas, de las contradicciones, de los desmentidos, muchos seguíamos creyendo en lo que decía “nuestro” periódico. Y aunque en los foros de opinión de internet y en los weblogs se comenzaban a leer más verdades que en los medios tradicionales, allí estábamos: conectados a lo que ca- careaba la prensa, la radio y la televisión españolas, horrorizados, atentos y visiblemente desinformados. Por unas horas aceptamos que los atentados eran pro- ducto de ETA y no de Al Qaeda. Ese día fueron los weblogs, estos canales de información participativos, autogestionados y autorregulados, esos “periódicos” independientes en los que se publicaban noticias, comentarios, opiniones y contraopiniones, datos y rumores, y cuyos hacedores eran tachados de pseu- doperiodistas, los que nos advirtieron que las cosas “(…) los grandes moderadores del debate que eran los medios de comunicación se fueron desdibujado. Tal vez no esperábamos que el rumor de la colmena dirigiría las resoluciones de los ejecutivos con corbata de los grandes conglomerados mediáticos. Pero, si lo pensamos mejor, cuánto más fácil y más barato resulta armar un reportaje con las opiniones vertidas por personajes públicos en Twitter”. 53 DOSSIER

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=