Palabra Pública - N°13 2019 - Universidad de Chile

Esta reflexión comenzó a ser de- sarrollada a partir del libro The Rise of Meritocracy (1958), del sociólogo británico Michael Young, en tiempos en que en Inglaterra se instalaba la es- cuela básica abierta, sin paredes, aun- que fue una realidad que no se man- tuvo. “Yo no tengo nada en contra del principio de que nos esforcemos y podamos caminar hacia adelante. El problema es la base desde la que podemos hacer ese esfuerzo. Y ese problema se mantiene en Chile y no ha logrado modificarse en forma im- portante en términos educacionales, porque seguimos teniendo un siste- ma segregado”, enfatiza Ávalos. Y agrega: “Sabíamos eso hace tiempo, pero por alguna razón los dis- tintos gobiernos no lograron cambiar lo que había hasta que llegó la crisis de 2006, con los pingüinos en la calle. Bachelet movió algo en ese momento, pero luego vino otro gobierno y no se avanzó. Luego, otra vez con Bachelet, se tomó la decisión de que sí se iba a hacer un cambio, porque había una postura política más clara sobre dónde estaban los puntos críticos”. Es así cómo, reconociendo que las presiones ciudadanas posibilita- ron que la aguja se moviera algo, “los problemas hoy se ven principalmente como estructurales: hay que transfor- mar un sistema educativo donde el 60 por ciento de los niños y las ni- ñas están asistiendo a colegios donde pagan, aunque no debieran pagar; y donde son seleccionados. El otro cambio importante fue que se decidió que había que reformular la educa- ción pública, siendo algo a lo que na- die le prestó atención de manera seria en los veinte años posteriores al fin de la dictadura. Hubo planes de mejo- ramiento, pero no se podía modificar la estructura. Creo que ahora hay una sensación de que sí se puede transfor- mar, o si no, todo iba a ser peor”. El obstáculo radica en que la po- blación chilena, dice, “está acostum- brada a un sistema que funciona de tal manera que se cree que lo que se paga es lo bueno: ‘vamos a hacer el máximo esfuerzo para tener a nuestros hijos en el mejor colegio’. El problema es por qué no tenemos una educación bue- na pública o gratuita, y por qué deja- mos que la educación que estábamos subvencionando cobrara extras. Ese cambio de mentalidad no es tan fácil. El concepto de sociedad meritocrática está ahí, pero sabemos que las oportu- nidades no son las mismas”. Lo anterior tiene una condición de base que Ávalos se apresura a definir: “Claramente, la educación de merca- do chilena ha sido la más extrema”. Extrema y no enfocada en las causas profundas, y es por eso, según explica, que “estas leyes que van apareciendo, como Admisión Justa, son voladores de luces, porque hemos ido instalan- do en la ley un sistema que debería ser más justo y aún no lo es. Hablamos de un sistema en que la educación particular subvencionada sea gratuita de verdad, que no seleccione y que lo mismo ocurra con la educación públi- ca. Pero hay un tema complejo detrás: esto plantea tremendos desafíos a los docentes y a las escuelas”. De ahí que la investigadora insista en que el gobierno debe esperar a ver cómo avanzan las leyes y no decons- truir: “Frente a una estructura que se cambió, lo esencial es hacerla fun- cionar ahora, no cambiarla ni echar abajo partes de una ley que nunca le gustó a la derecha”. Estado responsable Dada esta escala de los mapas, la consigna que debería primar, afirma Beatrice Ávalos, es la de avanzar para que en el aula —escolar, técnica y uni- versitaria—exista diversidad étnica, de clase, de tipos de familia y de género; y eso implica reconsiderar qué se entien- de por sociedad, país y Estado, porque la “responsabilidad que (éste) tiene hacia sus ciudadanos y ciudadanas es central, y para eso necesitamos descen- tralización y administraciones locales que representen a las comunidades”. Ávalos valora que el movimiento feminista haya generado cambios y haya enriquecido el debate en torno a la diversidad y los derechos humanos, lo que se expresa en la urgencia de que la educación sea mixta y no sexista en Chile. Algo que, a la luz de la votación en el Instituto Nacional (IN), requie- re de una discusión política y pública sobre clasismo, racismo y sexismo; un debate que permita entender por qué existe un miedo al Otro —hoy expre- sado por algunos apoderados del IN— que parece enquistado en la república, pero cuyo destierro, dice la investiga- dora, es posible. “Como decía (el teórico de la educación) Paulo Freire, tenemos que trabajar para desarrollar una concien- cia crítica, que no es automática ni resultado de una ley. Debemos idear otras maneras de pensar y enseñar; ver opciones distintas para ir decons- truyendo un sistema de rendición de cuentas expresado a través del Simce y otras evaluaciones; aunque lo increí- ble es que nos va bastante mal en las pruebas internacionales”, dice Beatri- ce Ávalos. Un sistema que —méritos más, méritos menos— aporta una buena cuota de violencia simbólica y material en la sociedad chilena. 38

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