Palabra Pública - N°13 2019 - Universidad de Chile

como Gomberoff y León por llegar al lector usando un vocabulario simple es positivo, en especial para ayudar a expandir el horizonte de las personas: “Permite un enriquecimiento perso- nal. Por ejemplo, si abro el diario y no entiendo los beneficios que trae la in- vestigación acerca del genoma huma- no, me estoy perdiendo todo un mun- do. Creo que lo más importante es que esto ya partió y hay varios académicos escribiendo cosas que todo el mundo debería saber”, asegura. ¿Moda o nicho? Si bien es cierto que cuando se trata de vender libros la moda in- fluencia a muchos lectores, tanto autores como editores coinciden en que este es un nicho estable. A dife- rencia del auge de publicaciones del área “juegos y pasatiempos” —moti- vada por la afición al sudoku—, todo apunta a que la ciencia está conquis- tando a un público transversal y ávido de conocimiento. Según los últimos datos oficiales del Ministerio de Edu- cación respecto del nivel educacional de los chilenos, existe efectivamente más gente interesada por la “cultura científica”: en los últimos 10 años, la cantidad de titulados de carreras pro- fesionales del área casi se duplicó. Si en 2007 se titularon 63.408 nuevos profesionales, en 2017 esa cifra llegó a 123.209. La diversidad y transversalidad del público lector se refleja, además, en un interés renovado de parte de los más jóvenes, como lo explica el astró- nomo y Premio Nacional de Cien- cias Exactas 2015, Mario Hamuy. “Algunos padres me han contactado para decirme que sus hijos admiran mi labor y han hecho trabajos sobre mí. Ahí es cuando uno entiende la importancia de lo que hacemos y lo esencial que es difundir y divul- gar, porque los niños tienen muchas preguntas y, a la vez, necesitan ins- piración para cambiar el mundo”, explica el astrónomo, que hasta el año pasado ejerció como Presidente de CONICYT. Según él, el auge de la divulgación se debe al esfuerzo en los últimos años por parte de investi- gadores y periodistas especializados. Otro ejemplo es Rodrigo Con- treras, astrónomo de la Universidad de Chile y coautor de Bruno y el Big Bang , un libro ilustrado para niños que busca convertir en una saga y en el que aborda conceptos esenciales de la astronomía. Cuenta que su propio caso sirve para entender la importancia de la di- vulgación científica: al cumplir 18 años, no sabía qué hacer con su vida y, sin mucho entusiasmo, ingresó a la carrera de In- geniería Civil. “Fue mien- tras asistía a unos cursos electivos de física cuántica que se me abrió la men- te —dice—. Existía un universo microscópico bajo mis narices y otro universo enorme sobre mi cabeza que yo desco- nocía, pero que me pa- recieron fascinantes. ¿Por qué me demoré tanto en descubrirlos? Porque no existían medios ni estí- mulos suficientes que me permitieran conocerlos”. Los divulgadores coinciden en que lo esencial para poder masificar el conocimiento científico es saber transmitir al público las emociones asociadas a los descubrimientos. Muchos lo sienten como un deber, como una forma de devolverle la mano a la sociedad por todo lo que recibieron durante su formación aca- démica. “Los científicos trabajamos con fondos públicos, entonces es justo contarle a la gente no sólo lo que hacemos encerrados en nuestros laboratorios, observatorios u ofici- nas, sino también transmitirles la motivación que nos lleva a ser cien- tíficos y los beneficios que esto pue- de traer si, como país, invertimos en ciencia”, opina Contreras. Según las cifras, aún estamos lejos de ese objetivo: Chile sigue siendo el país de la OCDE con la más baja inversión en ciencia (0,4 por ciento del PIB), y la Encuesta de Percepción Social de la Ciencia también arrojó luces sobre este aspecto: apenas un 3,5 por ciento de los chilenos menciona la ciencia como primera opción en cuanto a áreas donde se deba aumen- tar la inversión pública, privile- giando sectores como medio am- biente, obras pú- blicas y justicia. “Nuestros go- bernantes deben dejar de pensar que la ciencia es un lujo: hay que entenderla como la clave para in- sertar a Chile en la sociedad del conocimiento”, recalca Mario Hamuy, quien, como varios de sus colegas, cree que la ciencia permite a las per- sonas adoptar una visión del mundo basada en la evidencia, lo que, a su vez, los capacita para tomar mejores decisiones y ser mejores ciudadanos. La Segunda Encuesta Nacional de la Ciencia, cuyos resultados serán dados a conocer en los próximos me- ses, dirá si Chile ha avanzado en estas materias. Por ahora, el fenómeno de los libros y los divulgadores científi- cos promete seguir en ascenso, de la misma forma en que José Maza pla- nea seguir rompiendo récords. ¿Su próximo desafío? Llenar el Estadio La Portada de La Serena con 10 mil asistentes durante su próxima charla en junio, con ocasión del eclipse de sol en Coquimbo. Física y berenjenas , de Andrés Gomberoff, fue traducido al coreano con el título Un paseo por la física con un profesor chileno . 35

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