Palabra Pública - N°13 2019 - Universidad de Chile

las palabras (19). Ella ignora que en definitiva su presencia en la isla “es un sacrificio” (21), por tanto la naturaleza resulta imbuida de in- dicios funestos que anuncian la muerte. En medio de este transitar, la muchacha especula sobre la posibilidad de habitar otro lugar, en el que pueda comunicarse con los muertos. Para ello, deberá acceder a otro mundo, una ciudad infernal, donde la muerte se mueve a sus anchas. El tránsito, el cruce de las etapas, ha sido devastador. Surge, entonces, la voz en tercera persona: “A lo lejos en el muelle hay una muchacha sentada. La tarde le cae encima. Llora en silencio. Las ratas se desli- zan entremedio de las rocas. Sabe que algo se pudre” (30). La corrupción lo cubre todo y acosa a la muchacha doliente, mientras una figura innominada la observa y atestigua su condición sufriente. La alternancia entre la voz en tercera per- sona y la palabra de la muchacha se intensifica cuando afirma: “Digo la ciudad es ficción. Es metáfora. La ciudad está oscura. Han apaga- do las luces. Recorro de rodillas los caminos que me llevan a casa. Ahora doy vueltas en círculos. Hay sangre en las rodillas” (31). La ficción surge para corroborar el peso de la realidad, de igual manera puede interpretarse su recorrido de rodillas. Tal como una devo- ta paga con dolor su promesa a una virgen o santo, la muchacha lacera su cuerpo y lo tri- buta en pos de regresar a la isla, donde la ex- pectativa de hablar con los muertos le permite sobrevivir con gozo. El segundo quiebre de este poemario ocurre al surgir el lugar urbano desde otra arista, ya no simbólica, sino realista. La es- critura se orienta a configurar un entorno metropolitano moderno. La muchacha reca- la en una librería donde encuentra El mago de Oz , y de este texto se destaca una cita que recomienda no rendirse. La referencia lite- raria resulta adecuada a lo que ella experi- menta en ese instante. Sin embargo, todos los elementos que conforman esta escena —librería, libro, cita— rompen la atmósfera evanescente que el volumen ha propuesto y, en particular, la degradación de la muchacha cuyo único norte parecía ser la muerte. Desde la es- critura proviene ahora un mensaje de auxilio, de apo- yo a su sobrevivencia y, por ende, contrario a la muerte. Así, la escritura asume un giro que permite que los poe- mas se despojen del simbolis- mo y, de paso, se alivianen y aclaren innecesariamente lo sugerido a través del libro. Desde la voz en tercera per- sona se delinea ahora con extrema exactitud la posición de la sujeto: la muchacha dentro de un cómodo depar- tamento, la madrugada, la pérdida de la visión y la ur- gencia por acudir a un hospi- tal. La representación de esta joven enceguecida coincide con la muchacha que habi- taba la isla. Estamos, de tal modo, ante la evidencia de la figura del doble. La chica ciega es también la muchacha de la isla. En este presente, la protagonista anhela borrar todo re- cuerdo y, aunque suene a paradoja, no olvidar. La escritura de Carmen García, fuerte- mente visual y sinestésica, explora en los reco- vecos de una conciencia perdida en una me- moria caótica, en el deseo de comunicación con un inframundo habitado por sus muer- tos. La disociación es la figura más recurrente en este poemario, donde no sólo la muchacha convive con su otra, sino que la razón se dis- grega en la locura, la memoria en el olvido, la palabra en el silencio, la escritura en la borra- dura y la vida en la muerte. “Carmen García demuestra que la poesía es un artefacto superior que incluso permite establecer contacto con los muertos”. Máquina para hablar con los muertos Carmen García Ediciones Bastante, 2016 (Reeditado en edición limitada en 2019) 52 páginas $8.000 23

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