Palabra Pública - N°12 2018 - Universidad de Chile

na un coyote para cruzar a Estados Unidos, casi 4 mi- llones y medio de pesos chilenos por arriesgar la vida; ahora lo harían en grupo, cuidándose unos a otros. Los gobiernos y las realidades que se viven en Hon- duras, Guatemala y El Salvador -el llamado Trián- gulo Norte de Centroamérica- no distan mucho entre sí. Los días giran en torno a la miseria, la co- rrupción y la impunidad. San Pedro Sula, donde se conformó la primera caravana en Honduras, es una de las ciudades más peligrosas del mundo. Tan- to que su tasa de homicidios es de 51,18 por cada 100.000 habitantes y, según las Naciones Unidas, si la tasa supera los diez estamos hablando de una “epidemia de homicidios”. Las cifras de Guatemala se asimilan a la realidad hondureña. En el Índice de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2018), Guate- mala se encuentra en el puesto 127, sólo seis escalo- nes por sobre Honduras. Por su parte, El Salvador, conforme a la “Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples 2017” (EHPM, 2017), es uno de los países más desiguales de América Latina. “A nivel nacional un 29,2% de los hogares se encuentran en pobreza; de estos el 6,2% se encuentra en pobreza extrema; mientras que el 23,0% están en pobreza relativa.” Además, ”una característica funda- mental es que la población es mayoritariamente jo- ven, puesto que el 53,6% de la población es menor de 30 años, mientras que el 12,6% tiene una edad de 60 años o más”. Pero el problema más grave en este país no son las cifras de desigualdad, sino las pandi- llas que han azotado la región con su brutalidad. Roberto Valencia, periodista vasco quien ha investi- gado durante casi ocho años la realidad de las pan- dillas en El Salvador y su exportación desde Estados Unidos -análisis plasmado en su libro Carta desde Zacatraz (Libros del K.O., 2018)-, señaló hace poco en una entrevista en el medio eldiario.es que “vivir en una zona controlada por una pandilla significa que si el colegio al que tienen que ir tus hijos está en el territorio de la pandilla rival, no puedes llevarles allí. Las pandillas tienen control e imponen su lema, resu- mido en oír, ver y callar”. Fue por lo mismo que Juan “En mi barrio me dijeron que me tenía que unir a los Mara y que si no lo hacía me matarían, a mí y a mi familia. Así que por buscar un lugar mejor y tratar de salvarlos a ellos, partí”, me contó Juan Carlos mientras alumbraba, con una pequeña linterna entre la lluvia, los pies de tres personas a quienes la piel herida ya no les daba más. P.12 P.P. / Nº12 2018

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=