Palabra Pública - N°11 2018 - Universidad de Chile

Andrés vivió al borde de la muer- te. Diagnosticado desde pequeño con tuberculosis, las enfermedades respi- ratorias lo acompañaron durante toda su vida, llegando a sufrir cerca de 80 bronconeumonías, según él mismo contaba. Sin embargo, a fuerza de vo- luntad logró superarlas todas, incluso la que sufrió durante sus años univer- sitarios y que lo mantuvo en reposo durante todo un año. Nacido en 1925, fue el tercer hijo de la familia Aylwin Azócar. Cursó sus estudios primarios en el Liceo de San Bernardo, y luego, al igual que su hermano Patricio, ingresó a estudiar Derecho en la Universidad de Chile. Siempre se interesó por las temáticas sociales, desde el impacto que le pro- vocó la matanza del Seguro Obrero en 1938. Es por eso que una vez titulado se abocó a asesorar campesinos du- rante la Ley Macetero de Alessandri, promovió la sindicalización campesi- na y la Reforma Agraria. También se desempeñó en el Servicio de Asistencia Judicial y el Consejo de Defensa del Estado, y ejerció la docencia en la Universidad de Chile y en el Liceo Nocturno de San Bernardo. Fue electo diputado tres veces entre 1965 y 1973. Sin embargo, su labor más relevante vendría después del golpe de Estado de 1973. Opositor desde siempre, fue uno de los firmantes de la declaración del Grupo de los Trece, quienes dos días después del 11 de septiembre, en contra de los lineamientos de las cúpulas de la Democracia Cristiana, rechazaron el derrocamiento de Sal- vador Allende. Desde ese momento, hizo suya la causa de los presos políticos y de familiares de detenidos desaparecidos y ejecutados. Fue parte del LA CHILE EN LA HISTORIA DE CHILE Andrés Aylwin Azócar 1 9 2 5 – 2 0 1 8 Texto: Sofía Brinck Iluminación digital: Andrea Durán, Unidad Gráfica Digital, Archivo Central Andrés Bello, Universidad de Chile Comité Pro Paz y de la Vicaría de la Solidaridad y refugió a los perseguidos. Años más tarde, definiría así ese mo- mento en su vida: “Dejé de ser alegre con la dictadura”. En 1978 la dictadura lo relegó a Gua- llatire, en la provincia de Putre. Los tres meses que pasó allí, viviendo a casi cinco mil metros de altura y en tem- peraturas de frío extremo, pudieron ser sus últimos, ya que a sus problemas respiratorios se sumó el apunamiento. Con la vuelta a la democracia, An- drés Aylwin retornó al Congreso. Te- nía buenos recuerdos de sus periodos anteriores, donde a pesar de la efer- vescencia política sentía que se estaba representado Chile. Pero el Congreso de la transición era diferente. “La clase política que subsistió no conocía la rea- lidad del país. En esta nueva Cámara no había suficiente sensibilidad, en to- dos los sectores, acerca de la verdadera profundidad de lo que había sucedido en Chile”, recordaba en una entrevista en 2015. Durante ese tiem- po, y con su hermano Patricio en la presidencia, tuvo dos banderas: el problema de los luchadores por los derechos humanos y evitar que se validara la Ley de Amnistía. Después de ese periodo, Andrés se retiró de la política. Viviría sus últimos años en apacible tranquilidad hasta su muerte a los 95 años en 2018, sólo interrumpidos por un homenaje que le hizo el Congreso en 2015. Sorprendido, se encontró con un acto con público de todos los partidos y, apegado a sus ideales, conminó por última vez a la sala: “con esta distinción están diciendo a la historia que si el día de mañana hubiera algún régimen totalitario, todos los que se levantan contra la dictadura no son antipatriotas, sino que son personas que defienden la patria profunda”.

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