Palabra Pública - N°11 2018 - Universidad de Chile

“Es posible que la Unidad Popular haya subordinado la cuestión del sujeto feminista a la ‘cuestión popular’ sin más calificativos a raíz de dos amenazas: la intervención norteamericana y los avatares antidemocráticos del capital monopolista chileno”. Nancy Fraser daba cuenta de un paradigma histórico tripartito que el feminismo estaría configurando a nivel mundial a partir de tres vectores: la r epresenta- ción , las identidades y la redistribución , todos ellos a niveles simbólicos y materiales. No se trataría de “es- tadios” diacrónicos. Las más de las veces, las luchas feministas latinoamericanas los expresan con mucha sincronía. Como ejercicio teórico, podríamos iden- tificar la representación con las luchas sufragistas que pusieron en tela de juicio los procesos ilustrados y republicanos de democratización. Las luchas iden- titarias vendrían vinculadas a los movimientos del ‘68 y posteriormente surgirían las demandas por la redistribución de poder e igualdad estructural . Como la dictadura constituyó un retroceso en el sufragio de toda la ciudadanía, las luchas por la re- presentación y la identidad se convirtieron en ejes simultáneos hasta la posdictadura. Los esfuerzos por redistribuir poder simbólico y material aguar- dan aún, dadas las condiciones del hipercapitalis- mo neoliberal. No será sino hasta la Comuna de París y la Revolu- ción Bolchevique que los objetivos de redistribución se convertirán expresamente en nudos políticos para las mujeres y las grandes mayorías, como muestran Louise Michel (la “louve rouge” ) en 1871 y Aleksan- dra Kollontái en 1918, respectivamente. La división capitalista del trabajo se va consolidan- do. La oposición entre letradas o movimientistas, políticas populistas (María de la Cruz) o de avanza- da socialista-comunista (Julieta Campuzano y Laura Allende) marca los tránsitos hacia imaginarios cada vez más heterogéneos hasta que se configura un se- gundo auge coalicional significativo, el de la Unidad Popular, caracterizada, paradójicamente, por una baja en el feminismo movimientista. Ni la revolu- ción en libertad ni la Unidad Popular impulsan, por motivos opuestos, la constitución de identidades feministas, si bien ambas se plantean proyectos de desarrollo país. Supuestamente, las contradicciones entre la emancipación de las mujeres y la liberación nacional se habrían de resolver “más adelante”. Es posible que la Unidad Popular haya subordinado la cuestión del sujeto feminista a la “cuestión popu- lar” sin más calificativos a raíz de dos amenazas: la intervención norteamericana y los avatares antide- mocráticos del capital monopolista chileno. Aquí resulta indispensable enfatizar, en primer lugar, el rol intervencionista del capital norteamericano, eli- dido tozudamente en el Chile dictatorial y posdic- tatorial por los medios comunicacionales, a pesar de la evidencia de los ITT Papers . Gladys Marín, quien se encontraba en clandestinidad para el No, fue tajante: “Estábamos en medio de la guerra de embargos, bloqueos, desestabilización, paros patro- nales, atentados todos los días a vías férreas y ten- didos eléctricos; asesinatos; radios, diarios, TV que llamaban abiertamente a derrocar a Allende. Todo financiado desde los EE. UU. Millones de dólares para desestabilizar el gobierno popular y hacer chi- llar la economía chilena”. En segundo lugar, la Unidad Popular experimen- taría la avanzada de mujeres naturalizadas de dere- cha, organizadas bajo el lema de “poder femenino”, que a diferencia de los sujetos feministas, lanzaban sus campañas profamilia consolidando la resacrali- P.55 Dossier / Nº11 2018 / P.P.

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=