Palabra Pública - N°11 2018 - Universidad de Chile

la teleserie, los actores, los matinales y toda esa especie de burbuja… pero las artes visuales han sido abandonadas y es un tema político que no me logro explicar, no existe una línea, de la izquierda ni de la derecha, respecto a un arte que es patrimonio de todos, me refiero a algo efectivamen- te importante, no a algo espectacularmente importante; es algo que tiene que ver con nuestra memoria”, argumenta el arquitecto. El Museo Nacional de Bellas Artes, creado en 1880, tiene una colección de 5 mil piezas, desde el siglo XVIII hasta nuestros días. Este espacio se encuentra, por el momento, acéfalo tras la destitución de su ex director Roberto Farriol, por lo que declinó entregar información para este reportaje. Hablar de abandono, entonces, no es una exageración, porque pese a que se destinan fondos, no está instalado en la institucionalidad cultural el concepto de sector ni en el caso de los museos, ni específicamente en las artes visuales. En este marco, Claudia Zaldívar se pregunta so- bre la gran brecha entre los museos y la inyección presu- puestaria a los nuevos centros culturales: “Con un financiamiento 400% mayor al de los museos, los centros culturales realizan una programación que sin duda es necesaria, de buena calidad y masiva, pero ellos no manejan colecciones. Entonces el análisis es que los museos no son prioridad, la política pública está optando por una cultura de consumo masivo y no por una cultura de desarrollo”. Espacios como el GAM y el Centro Cultural La Moneda (CCLM) desarrollan programas para el acercamiento de la cultura a los grandes públicos, con un fuerte componente en programas de mediación. No resguardan colecciones al modo de los museos, sin embargo pueden albergar centros más en- focados a la investigación. El Centro de Documentación de las Artes Visuales (CeDoc), por ejemplo, nació con el CCLM en 2006, y el año pasado se reinstaló en el CNAC Cerrillos. Es destacable el aporte de este CeDoc a la revisión del arte chileno reciente, con un archivo de 2000 documentos de los años ‘70 y ‘80, una colección audiovisual de 600 piezas de video arte, documentales y también archivos sonoros, y una biblioteca de arte nacional e internacional de 5.000 libros, catálogos y revistas, todo enfocado en temas del arte con- temporáneo. Este tipo de elementos, dentro del sistema de la visualidad, ayuda a generar estudios y reconstruir memoria, aspectos que debieran precisamente contribuir a las reflexio- nes y decisiones en torno al sector cultural. Obras que nos enfrentan y que, con el paso de años y décadas, nos siguen haciendo pensar están desperdigadas por todo Chi- le, salvaguardadas casi exclusivamente por la buena voluntad de los equipos profesionales que las manejan. Son obras que no forman parte de la agenda política y sus condiciones no se discuten en el Congreso. Si las políticas públicas no se plantean muy pronto a los museos como un sector a estudiar, potenciar, resguardar y difundir en las mejores condiciones posibles, ¿ten- dremos que asumir, como en el avasallador caso brasileño tras el incendio, ese “futuro que no vendrá”?. Con un presupuesto anual de 200 millones de pesos, la Galería Gabriela Mistral destina un 30% a gestionar su colección, lo que implica puesta en valor, conservación preventiva, seguros y restauración. P.32 P.P. / Nº11 2018

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