Palabra Pública - N°11 2018 - Universidad de Chile

“La idea es que el museo opere como un puente entre el pasado y el presente y que sus contenidos transciendan las experiencias individuales para educar y construir futuro”. Londres 38 o Villa Grimaldi, el potencial de transmisión es enorme y el visitante se en- frenta y emociona ante la presencia inmanen- te del pasado. Sin embargo, en un museo como este, fue necesario enfrentar otros desafíos: ¿Qué se quiere representar? ¿Con qué objetivo? ¿De qué manera? La opción fue entregar al visitante el máximo de elementos –cartas, fotos, recortes, videos, grabaciones y docu- mentos- que le permitiesen reflexionar, sa- car sus propias conclusiones y quizás, ¿por qué no decirlo?, salir del edificio con más preguntas que respuestas. Tarea difícil de abordar fue definir cómo se presentarían la represión y los horrores del terrorismo de Estado. Se decidió no utilizar la “pedagogía de la consternación”, predomi- nante hasta los años ‘90, y que con su recrea- ción morbosa del horror fuese contraprodu- cente, generando distancia y dejando fuera a un visitante anonadado y sin palabras. Se re- currió a representaciones abiertas que combi- nan información desprovista de retórica con elementos de fuerte simbolismo, destinados a estimular la reflexión. Testimonios, relatos, voces, paneles y maque- tas acentúan el heroísmo y espíritu de lucha de los prisioneros, sus historias de vida, car- tas, poemas, formas de resistir, esperanzas, miedos y gestos solidarios. No hay recreacio- nes y, con excepción de un catre de tortura, todos los objetos de la muestra son originales. Se optó también por plantear desde un len- guaje simbólico y poderoso, múltiples pre- guntas e interpretaciones de los hechos que se rememoran. Expresiones mixtas que incluyen relatos y representaciones convencionales y audiovisuales en pantallas y formatos diseña- dos especialmente para llegar a los jóvenes. Porque la idea es que el museo opere como un puente entre el pasado y el presente y que sus contenidos transciendan las experiencias individuales para educar y construir futuro. Implementar una política de memoria es complementario a las acciones de reconoci- miento de la verdad, de justicia y de repara- ción individual de las víctimas. Y, a diferencia de la justicia de la historia que se sustancia en una explicación de los hechos, la justicia memorial no puede descansar mientras haya una injusticia no reparada. El Museo de la Memoria busca transformar la historia en memoria en función de un pro- yecto destinado a abrir un camino para avan- zar y que nos ofrezca un sentido de identidad y destino. Destino que convoca a cada ciuda- dano de nuestro país a reconocerse como par- te de la tragedia ocurrida, idea que está expre- sada en la obra de Alfredo Jaar. Materializada en una cripta que dialoga con el edificio, ésta se inspira en el concepto “todos hemos per- dido algo”, e incluye imágenes de detenidos desaparecidos y de personas aparentemente no involucradas en lo ocurrido. Cada cierto tiempo, en torno al museo se abren debates sobre el contexto o el periodo que abarca la muestra. Involucran a una so- ciedad aún dividida frente a lo sucedido en un pasado reciente y nos remiten a los crímenes de lesa humanidad cometidos por el Estado contra un sector de la sociedad. Sin embargo, a diferencia de otro tiempo donde primaban el miedo o la indiferencia, en estos días sus de- tractores han tenido que enfrentar la protesta de miles de ciudadanos que valoran este espa- cio de resistencia frente al olvido. P.22 P.P. / Nº11 2018

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