Palabra Pública - N°11 2018 - Universidad de Chile

P.15 Nº11 2018 / P.P. Cuando egresó de Arquitectura en la Universi- dad de Chile, a mediados de los ‘80, Jorge Lobos partió de vuelta a su Chiloé natal. Iba a trabajar por unos meses, pero se terminó quedando doce años. Fue ahí, trabajando con antropólogos, en- tidades como museos y arquitectos como Edward Rojas, que Jorge Lobos concluyó que la enseñan- za académica que había recibido le era inútil en un contexto como ese. Entonces surgió el con- cepto de “arquitectura cultural”. -Lo que era útil era una cierta manera de pensar que nos había inculcado la universidad, una cier- ta estructura de análisis de la realidad, sin embar- go, los conocimientos concretos y técnicos eran poco útiles en un contexto como Chiloé. Nun- ca nos enseñaron madera. Entonces, al intentar entender cómo se construía en Chiloé, fuimos descubriendo esta conexión con la cultura. Y cómo podíamos aprender de las culturas locales. En Chiloé nosotros hemos elaborado todos los conceptos teóricos que utilizamos hasta el día de hoy, a partir de la arquitectura cultural. A fines de los ‘90, Lobos decidió partir fuera de Chile. Sabía que una voz provinciana tendría me- nos resonancia en este país que la de alguien que había pasado una temporada en el extranjero. - Para el centro de poder de la arquitectura de Santiago, lo que nosotros estábamos haciendo en Chiloé era algo interesante, pero algo más bien folklórico y distante, algo provinciano- asegura. En España, Lobos hizo clases de proyectos en ETSAM Madrid, cursó un máster en teoría en ETSAB Barcelona y comenzó su carrera en Eu- ropa, que ha estado dedicada fundamentalmen- te al desarrollo de proyectos arquitectónicos en zonas golpeadas por las catástrofes naturales, los conflictos políticos y las migraciones forzadas. Lobos habla de “nosotros”, en colectivo, refie- riéndose a la oficina que formó en Dinamarca: Emergency Architecture and Human Rights, EAHR. Sus obras incluyen viviendas de emer- gencia para los afectados por el huracán Katri- na, para los refugiados por la sequía de Uganda, para los afectados por la erupción del Chaitén en Chile y los desterrados luego del tsunami en Indonesia, además de viviendas para las vícti- mas de la guerra civil de Sri Lanka, entre otras soluciones, como museos, obras públicas e iglesias. Fue en este camino que Lobos entendió que la utilización de problemáticas relativas a la cultura, las etnias y las identidades podían ser una he- rramienta política peligrosa. -Los racismos, la xenofobia, to- dos ellos se basan en elementos de identidad cultural. Por lo tan- to, esta relación entre cultura, identidad y arquitectura, tenía un límite que era muy delicado. Era una línea que se podía pasar muy fácilmente. Por eso salto a los derechos humanos y en ese punto también nos transforma- mos en las primeras personas que hablamos de arquitectura y derechos humanos, conectando estos dos elementos. En Chile, la referencia que uno tiene en el imaginario colectivo son las violaciones a los derechos humanos, los ataques de la dictadura. Pero en realidad los derechos humanos son mu- cho más que eso. Son los derechos a vivienda, a un ambiente limpio, a la identidad. Lo que descubrí trabajando y pensando en esto fue que los temas identitarios y culturales son parte de los derechos humanos. Que el paraguas de los derechos humanos es mucho mayor para poder albergar una teoría de arquitectura que pueda ser más universal y que pueda servirnos en otros países, no sólo en Latinoamérica. “Cuando se rompen esos códigos producto del desastre natural , da la sensación de que las personas se consideran con el derecho a tener comportamientos que no se permiten a sí mismos en tiempos de normalidad. Esto es un fenómeno muy común en las emergencias”.

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