La reciente decisión de otorgar a nuestro Hospital
Universitario un aporte para inversión en equipamien-
to constituye una noticia importante y esperanzadora.
En primer lugar es un reconocimiento a la comunidad
toda del Hospital por la perseverancia con la que, en
condiciones tan adversas y de tanta incomprensión, ha
sabido resguardar los valores trascendentes y generosos
de la docencia de pregrado, de la formación de especia-
listas, de la responsabilidad asistencial, de la investiga-
ción científica, de la innovación.
La noticia es recibida con alegría por la Universidad
toda no sólo por el afecto que su Hospital despierta,
sino porque este gesto de apoyo de parte del Gobierno,
mediado por los ministerios de Salud y Hacienda y por
Fonasa, y que contó con el voto aprobatorio transversal
de diputados y senadores, simboliza un reconocimien-
to al rol que cumple nuestra Universidad.
Al destacar la función que el Hospital juega en la for-
mación de especialistas se está reafirmando el rol de
la universidad pública como fulcro a través del cual el
Estado incide en la sociedad en su conjunto. La forma-
ción de postítulo es un excelente ejemplo de cómo una
tarea clave para el desarrollo de un área de actividad,
en este caso la salud, es esencial tanto para el sector
público como para el sector privado.
Ningún modelo razonable de sociedad puede prescin-
dir de un Estado responsable que cuide de su sector
público, incluyendo muy especialmente su ámbito
académico. El apoyo estatal a la labor que desempe-
ñan sus universidades no puede ser considerado como
contradictorio con los intereses de nadie. La formación
de especialistas que realiza nuestro Hospital es un ex-
celente ejemplo, pues se trata de una función esencial
para cualquier red de salud. Una clínica privada defi-
nitivamente no podría existir sin los especialistas que
aquí son formados. Es por ello que al escuchar empeci-
namientos dogmáticos contrarios a la institucionalidad
pública, uno ha de pensar que quizás el nuestro sea el
único país del mundo en que se hable de mezquinar
tres granos de maíz a la gallina de los huevos de oro.
Tras despreocuparse, abandonar o intentar activamen-
te desmantelar la institucionalidad pública, hasta ahora
se suele agregar al daño el insulto y declarar que ésta es
ineficaz, ineficiente, poco competitiva.
Si se abandonara a su suerte a la institucionalidad pú-
blica, la sociedad entera, indolentemente, perdería a un
grupo muy selecto de su mejor gente. A personas que
se identifican y hacen suyos los problemas que afectan
al conjunto del país tanto o más que los proyectos in-
dividuales. Personas altamente calificadas, generosas y
con vocación de liderazgo.
Queremos invocar hoy aquí a Mario Luxoro, en el do-
loroso momento de su partida, como un caso ejem-
plar entre tantos académicos que necesariamente uno
identifica como formados en y volcados a nuestra Uni-
versidad. Un hombre íntegro, comprometido siempre
con cada momento histórico que vivía la sociedad a la
cual pertenecía, científico brillante que aportaba desde
Chile al mundo universal de la ciencia, universitario
valeroso que promovía una nueva facultad dedicada a
la ciencia en su quehacer intrínseco.
Son personas como Mario quienes espontáneamente se
hacen parte y contribuyen al espíritu de la gran universi-
dadpública. Este espíritu conlleva necesariamente las ideas
de bien común y de cohesión social. La educación pública
construye un pluralismo en la convivencia que ocurre al
interior de una misma comunidad, en contraposición a la
noción de la competencia y entre instituciones, cada una
homogénea en una ideología o credo excluyentes.
Es por el rol que juega en sostener la convivencia del
país en su conjunto, de su desarrollo científico y tec-
nológico, de su evolución como sociedad, de su acer-
vo cultural, que la suerte de las universidades públicas
necesariamente ha de ser asumida como algo que nos
afecta a todos los chilenos y, por lo tanto, ante lo que
han de responsabilizarse todos los protagonistas del
quehacer político o el debate ideológico. Resulta ab-
surdo argumentar, como suele hacerse en nuestro país
y sólo en nuestro país, que porque hay proyectos en
el mundo privado no podemos conversar y definir un
proyecto para la universidad pública. Muy por el con-
trario, debemos primero diseñar colectivamente lo pú-
blico y en seguida dejar las puertas abiertas a todos los
que quieran asimilarse a este paradigma.
Editorial
Reconstruyendo el
espacio público
POR ENNIO VIVALDI
Rector de la Universidad de Chile
P.1
Nº4 2017 / P.P.