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mas, de los cuales el 75% jamás ha sido visitado por

un par evaluador. Estamos hablando de un millón

300 mil estudiantes de Educación Superior en es-

tos programas, muchos de los cuales los evaluadores

no saben ni dónde quedan, que han crecido como

hongos. Ordenar este caos por la vía de una acredi-

tación adecuada significaría, por poner una cifra, ce-

rrar aproximadamente la mitad de las instituciones

y programas en Chile. ¿En cuánto tiempo se puede

lograr eso en un país? Esto nos puede tomar una

década, porque no podemos mandar a la calle a mi-

les y miles de estudiantes que están en instituciones

truchas

y programas

truchos

.

Mi siguiente punto parte con una vivencia personal.

Educación 2020 planteó un programa de reforma

educativa ideal que implicaba 60% de gratuidad

para los más pobres en el siguiente periodo presi-

dencial. A Michelle Bachelet se lo entregamos en

abril del 2013 y ella nos agradeció efusivamente el

documento; de hecho, muchos de sus puntos fueron

acogidos en el programa de Gobierno. Salimos a dar

una conferencia de prensa en la que ella agradeció la

propuesta y dijo su famosa frase: “Yo puedo pagar la

educación de mi hija y no sería justo que el Estado

la pagara”. Y yo, congruente con nuestra propuesta

programática, dije: “Yo encuentro que Michelle Ba-

chelet tiene toda la razón. Este no es el momento en

Chile para financiar el 100% de la educación”. Eso

me valió que los dirigentes estudiantiles me masa-

craran en las redes sociales.

Semanas después yo iba manejando en un taco y

de pronto me topo con una gigantografía que de-

cía: “educación pública, gratuita y de calidad para

todos”. ¿Qué significaba eso? O sea, pretender ca-

lidad y gratuidad para todos, dados los datos y las

cifras… no niego que pueda ser un ideal fantásti-

co para un país como Alemania, pero aquí la pro-

mesa era insensatamente desquiciada y generó las

expectativas que han ocasionado el drama político

actual. ¿Por qué y cómo cambió ella su opinión?

Nunca lo sabremos.

El mito de la gratuidad en el proyecto de ley se

consagra al decir que en el año 2017 y 2018 vamos

a llegar al 50% y 60% de los estudiantes más vul-

nerables, pero que asegura que vamos a dar gratui-

dad universal quién sabe cuándo y quién sabe con

cuánta plata. Y eso quedó estipulado en un proyecto

de ley. Es como si quedara establecido en una ley

que vamos a triplicar las pensiones mínimas, pero

quién sabe cuándo; o que vamos a triplicar el gasto

en los consultorios primarios, pero no sabemos con

cuántos recursos. Yo creo en la gratuidad de la Edu-

cación Superior como un derecho, pero en un país

avanzado como Suecia o Alemania. Antes de llegar a

ese punto bien podríamos darnos el lujo de aportar

hasta 200 millones de dólares para que en el Servicio

Nacional de Menores (Sename) no estén torturando

ni violando niños, por ejemplo.

Creo, además, que se cometió un error político al

mandar al Congreso el macro, mega, híper proyecto

de ley de Educación Superior y ponerlo todo en un

mismo asador, porque en ese asador hay cosas muy

buenas, pero también otras muy polémicas, y las bue-

nas van a morir en el camino con las malas. ¿Qué

quiero decir con esto? Que los capítulos dos, tres y

cuatro, que corresponden a la superintendencia y a

acreditación, es decir, al ordenamiento, eran capítulos

de despacho relativamente fácil, porque hoy la dere-

cha no se atrevería a hacer un inserto de prensa para

ir en contra de esas cosas, porque ya está demostrado

que son necesarias. Por lo tanto, creo que se debió

haber enviado esos tres capítulos en el primer año de

Gobierno. Sentar las bases para el ordenamiento del

sistema no era tan difícil, pero por alguna razón hubo

que esperar hasta este momento y lanzarlo todo junto

con las otras bombas de racimo.

Respecto al lucro, aquí se ha metido la mano, el di-

nero ha llegado a los dueños, lo que ha sido desta-

pado por distintas investigaciones. Ahora el proyecto

de ley pretende controlar ese enriquecimiento. Creo

que esa parte del proyecto es razonable; podrá ser

perfectible, pero es razonable. El problema es que no

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Dossier / Nº2 2016 / P.P.