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la Alberto Hurtado, subieron un 96,1% su matrícula;

y el resto de las privadas, un 78,2%.

En segundo lugar, afirmo que el libre mercado no

reguló la cantidad de egresados. En efecto, frente al

enorme aumento de la matrícula, cabe preguntarse

por sus resultados. ¿Cuál es la tasa de titulación del

sistema universitario chileno? La repuesta es que no

se sabe. Estamos hablando de un sistema exitoso que

se masificó y no sabemos cuál es la tasa de titulación.

Hay un intento de estudio que hizo el Consejo Na-

cional de Educación (CNED), entre 21 y 27 univer-

sidades y con 44.542 estudiantes en promedio para el

periodo 2004-2009, que concluyó que la tasa de titula-

ción no era superior al 51%. Para obtener una estima-

ción para todo el sistema ideé otro método que pronto

voy a publicar. En un año dado, un alumno antiguo

tiene tres alternativas: titularse, volver a matricularse al

año siguiente o desertar. Con esos datos puedo esti-

mar las tasas de deserción y de titulación. Utilizando

cifras oficiales del período 2005-2014 obtuve una tasa

de titulación del 45% para el sistema universitario de

pregrado. Este dato no se conocía y eso, posiblemente,

ha llevado a un error garrafal en el diagnóstico que hace

la Presidenta de la República en el mensaje que precede

al proyecto de ley de Educación Superior.

Por otra parte, las cifras del INE para el periodo mar-

zo-mayo arrojan que el 39,72% de los desocupados

son egresados de la Educación Superior, de los cuales el

21,26% son egresados de universidades. O sea, no sólo

titulamos pocos, sino que los que se titulan están cesan-

tes. ¿Se trata de un sistema que tenemos que aplaudir?

No. Se trata de un sistema que ofreció masificar la edu-

cación, pero en realidad lo único que ha hecho es men-

tirle a la juventud, haciéndola creer que podrá titularse.

En tercer lugar, quisiera decir que el libre mercado

no reguló el valor de los aranceles. El año 2005, uti-

lizando como referencia el arancel de las universida-

des estatales, se observa que las universidades priva-

das del Cruch tenían un arancel 33% más alto y las

privadas del Sistema Único de Admisión, un 74%.

Los rectores de la Universidad Católica, la Alberto

Hurtado y otras, dicen que si les bajan el valor de los

aranceles no les va a alcanzar la plata. Sinvergüenzas.

Chile es el país con los aranceles más caros de la

OCDE a paridad de poder adquisitivo. Las universi-

dades chilenas tienen aranceles más elevados que las

de Estados Unidos. Alguien podría decir que como

el Estado se encarga de financiar parte de esos aran-

celes, el esfuerzo de las familias no es tan grande.

Mentira. Según un informe de la OCDE de 2015,

Chile es el segundo país con mayor gasto familiar en

aranceles. En Estados Unidos, que es la nación con

la que nos gusta compararnos, el gasto familiar en

Educación Terciaria fue de 45,6% contra un 54,8%

de Chile y su aporte fiscal es más alto que el nuestro.

Está claro: el mercado no reguló los aranceles.

En cuarto lugar, el libre mercado tampoco reguló la

calidad. En 2003 se discutía en el Parlamento la ley de

aseguramiento de la calidad. El 4 de noviembre de ese

año, El Mercurio decía, en voz del Instituto Libertad

y Desarrollo, que la “acreditación es un riesgo para el

mercado universitario”. La ley fue un desastre porque

ellos tenían controlado el Parlamento gracias al bino-

minal y los senadores designados. No recuerdo si el

gobierno de la época propuso o no la acreditación obli-

gatoria, pero sospecho que no y en vez de eso salió un

mamotreto inútil sin acreditación obligatoria, donde

no se pueden utilizar indicadores y lo que se mide es el

mejoramiento de la calidad y no la calidad en sí misma,

es decir, que si tengo una universidad pésima que se

presenta a acreditación y no la consigue y dos años

después es “sólo” mala, se la debe acreditar, pues me-

joró. Así funciona el actual sistema de acreditación.

En quinto lugar, el libre mercado no controló el lucro

y no ha habido ninguna voluntad por parte de los

“Las cifras del INE para el periodo marzo-mayo arrojan

que el 39,72% de los desocupados son egresados de la

Educación Superior, de los cuales el 21,26% son egresados

de universidades. O sea, no sólo titulamos pocos, sino que

los que se titulan están cesantes. ¿Se trata de un sistema

que tenemos que aplaudir?”, se pregunta Patricio Basso.

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Dossier / Nº2 2016 / P.P.