Table of Contents Table of Contents
Previous Page  3 / 68 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 3 / 68 Next Page
Page Background

Es difícil pensar en funciones que deban ser asumi-

das más responsablemente que aquellas que le son en-

comendadas a la universidad. Destacan la formación

profesional de los jóvenes, la investigación científica

e innovación, la conservación del acervo cultural. En

el caso de Chile resulta aún más difícil comprender

que sea el Estado quien se desentienda de esas res-

ponsabilidades y se instale él mismo en ese paraíso de

fácil acceso al cual, para ingresar, basta con ignorar la

realidad. Cómodamente se asume que sólo se necesita

la propia convicción de que todo está bien.

Las críticas fundadas que en todo el mundo han ex-

puesto las universidades a un modelo que amenaza

sus valores definitorios, así como el descontento ai-

rado del movimiento estudiantil, por muchos años

no han constituido evidencia relevante para cuestio-

nar ese modelo.

Recientemente, el Estado chileno tuvo que darse por

enterado de que una corporación privada extranjera

habría lucrado en nuestro país. Esto ocurrió no como

resultado de una investigación propia; el Estado chi-

leno no parecía preocupado de inquirir nada. La pre-

gunta ¿usted lucra en Chile? no fue formulada por

nosotros, sino por el país de origen de esa corporación.

La corporación privada en cuestión ha crecido desde

el año 2005 a la fecha de 57 a 175 mil estudiantes.

Esto le ha significado no sólo triplicar su matrícula,

sino que superar a la totalidad del sistema universi-

tario estatal que, con sus 167 mil estudiantes, prác-

ticamente no mostró variación.

Es llamativo que estas cuestiones referidas a modelos

de negocio y a matrícula, las que se arrastran por

tanto tiempo y que son tan evidentes, hayan sido ig-

noradas por el Estado chileno. Éste -si se me permite

la ironía- tampoco optó por imitar a estas institucio-

nes que habían sido productivas en aumentar ma-

trícula, u ofrecer alternativas aún más exitosas para

competir en el mercado. No dijo “lo que estas priva-

das han hecho con tanto éxito lo haremos nosotros

en nuestras universidades estatales para expandir la

matrícula”. Tampoco dijo “haremos otra cosa, cuyo

resultado será aumentar significativamente la matrí-

cula”. ¿Por qué? Quizás porque no le interesaba que

sus propias universidades crecieran. O quizás por

otra razón, infinitamente más preocupante, a saber:

porque no las consideraba “nuestras” universidades.

Tampoco el Estado mostró gran interés por cono-

cer la calidad de la educación resultante de la ex-

pansión de la matrícula. La educación por la cual

se ilusionaban y se endeudaban “nuestros” jóvenes.

A estos jóvenes nuestros, pareciera que el Estado

les cumpliera de sobra con facilitar los créditos

para que estudien. Allá ellos qué carrera, qué uni-

versidad eligen. El Estado no se hace responsable

de nada, se desentiende de lo que a esos estudian-

tes les ocurra. Eso no podría hacerlo si asumiera

la responsabilidad de sus universidades estatales.

Por ejemplo, las vacantes que ofrecen sus propias

universidades debieran responder a las necesidades

reales y resultar coherentes con el desarrollo regio-

nal y nacional.

Más allá de cuánto financiamiento cada cual pue-

de conseguir hoy en el contexto de las discusiones

presupuestarias o intentar asegurar para el futuro

en la nueva ley de Educación Superior, el tema más

importante parece ser otro. Lo que hoy debe deci-

dirse es si el Estado va a empezar a comprometerse

de verdad con “nuestras” universidades y si se va a

proponer garantizar el derecho a una educación de

calidad a “nuestros” jóvenes.

La cuestión de fondo es si podremos reencontrar-

nos en una idea de bien común, de cohesión social,

si hay tareas que afectan a ese ámbito público que

comprende áreas como educación, salud, derecho,

tecnologías, cultura, entre otras, en las cuales las

universidades del Estado están llamadas a jugar un

rol primordial. Finalmente, establecer si hay volun-

tad de concebir un gran proyecto conjunto en el

cual las universidades del Estado han de reencontrar

la razón de ser que siempre fundamentó su existen-

cia en cuanto tales, en cuanto planteles públicos.

Editorial

Estado y universidad: de

neutro, a desaprensivo, a

indolente, a irresponsable

POR ENNIO VIVALDI

Rector de la Universidad de Chile

P.1

Nº2 2016 / P.P.