Mapuche Nütram

49 El lunes siguiente, volvió a comer. Y volvió a tener fuerza, Küme Newen (buena fuerza). No pasó mucho tiempo hasta que la llamaron de la Conadi para invitarla a un ngellipun (rogativa) a Cerro Navia. Y Adela se bañó la noche anterior con canelo, matico y manzanilla y ese día al alba se puso un pañuelo en la cabeza, de la que a veces todavía caía sangre, y sobre éste su platería mapuche y partió al ngellipun , después del cual la sentaron junto a la machi. Así nació como educadora tradicional. Poco tiempo después la fue a buscar la directora del Jardín Infantil Kipai Antü de la comuna de La Pintana, al que su marido había iniciado en la educación intercultural: “Usted puede, usted puede tocar. No la vamos a dejar sola, le vamos a dar trabajo”, le dijo. Y Adela preparó sus instrumentos y su ropa y así, volcándose a la labor que dejó inconclusa Pedro, fue pasando la pena y el dolor. Desde entonces ha hecho clases de mapuzugun a niños y a adultos que han perdido su lengua, en jardines infantiles y escuelas de la Región Metropolitana (Mundo Feliz y Poyentü Mapu, de San Bernardo; Kipai Antü, Pu Peñi y Aguas Claras, de La Pintana; Antawara Enua Quimey, de Macul; Laurita Vicuña de El Bosque; Antü Mahuida de La Florida, Jardín Relmu de Cerro Navia; y en el Grupo de Teatro colectivo de Recoleta, entre otros). “Yo les enseño, en primer lugar, el saludo cotidiano, cómo hay que portarse en la escuela y con las profesoras, que vienen a ser su segunda madre, porque a esos niños, a veces, todavía les falta cariño, amor. También les hablo eso a las profesoras: si uno entra a educar debemos educar bien, no fijándonos en nosotros. Una vez a la cocinera le dije: ‘usted tiene treinta y cinco niños aquí, usted con cariño tiene que venir trabajar, aunque venga enojada o pasaste mal en el hogar. Usted tiene que venir con su mejor cara aquí, y hacer cuenta que ese niño que va a comer es un niño tuyo”. También ha grabado CD, con sus Kamarrikwn que ella canta, el ngellipun de los ancestros, de los antepasados, de los primeros que habitaron la tierra, a quienes ella entregó a su marido Kimche Pedro Inaipil y a su hijo Werken (mensajero) de Coz coz . “Yo escuché los antepasados y por eso hago el Kamarikun (grandes rogativas de comunidades), el ngellipun de los antepasados, de los primeros, de los ancestros. Y con el Kamarrikwn moví montañas. Renací”. Se acaban de cumplir 5 años desde que la mawida le quitó a Adela a su hijo y a su esposo. Y ella se armó de valor y fue a verlos, allá, donde una casita de cerámica y una fotografía los recuerda a ambos rodeados de araucarias y vistiendo un trarilogko (cintillos de hombres mapuche). “Ustedes me empujaron del puente para salvarme y acá estoy visitándolos. Si hubiera muerto, no habría venido”, les dijo y colocó una bandera mapuche. Küme lawen, ka küme newen ka küme mongen tañi ruka, Chaw Ngünechen (Buenos remedios, buena fuerza y buena vid en mi casa, Chaw Ngünechen ) “Como yo vi todo ese dolor tan grande, nació el ülkantun (canto), el ülkantun mawida mew (canté en la montaña), es que yo tengo mucho recuerdo de la mawida, de la montaña. Mi padre murió trabajando, mi esposo y mi hijo murieron por el limpiafosa que se dio vuelta también en una bajada”. Adela Caripán

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