Mapuche Nütram

41 tío, no quiero hablar con usted’, me responde. Él estaba cabeza gacha y le dije que me diera la mano, que no me dejara con la mano estirada. ‘Carlos ¿quieres ser mi amigo?’, le pregunté. ‘Sí, tío’, me respondió. Entonces le dije: ‘entre los amigos se cuidan ¿cierto? Yo no quiero que te lastimen acá y que te venga a tirar el inspector y sacarte de aquí por la fuerza. ¿Vamos a sentarnos?’. ‘Sí, vamos, tío’. Hasta el día de hoy el Carlos, donde me ve, me dice: ‘¡hola tío, hola tío!’”. Son ese tipo de experiencias las que hacen que para Luis Levio tenga sentido haberse dedicado a una carrera que nunca pensó, pero que lo enorgullece cada día. “Durante este año les dije a los niños del cuarto A de la Escuela México: ‘me encanta llegar a primera hora aquí, ustedes para mí son como tomar desayuno. No tomo desayuno, pero ustedes me dan fuerzas, me hacen trabajar, me preguntan. Mi primer alimento del día es con el cuarto A y la mejor fuerza que recibo es con el cuarto A. Para qué voy a tomar desayuno si en vez de desayuno almorzaba, no más, porque el día martes tomaba desayuno con el cuarto A”. Las expectativas de Luis son altas. Se integró hace pocos años al programa, pero tiene la certeza de haber llegado para quedarse y para conseguir grandes cosas. “Espero conseguir un título y que se nos valoren los años que hemos trabajado. Me gustaría que nos den un título, no importa que tengamos que ir a la universidad, pero no una cantidad enorme de años, que nos convaliden los años de experiencia. En mi caso yo tengo cuatro con este y estar cuatro años más, como mínimo, en la universidad sería demasiado, porque el resultado avala nuestro trabajo. Lo otro que me gustaría es hacerles clases a adultos en la universidad si me da la fuerza. Como le dije en el 2015 a la coordinadora, cuando partí, que me preguntó por qué venía de tan lejos a rendir pruebas acá si podía hacerlas en Temuco: no me gusta que nada me lo regalen, me gusta ganármelo, quiero ganarme un espacio en Santiago. ¿Y después? Ser embajador de mi cultura, no sé en qué país ejercería si se diera el caso, pero me gustaría, si todavía tengo mis sueños que cumplir”. Mientras ese momento llega, Luis sigue empeñado en mostrarles nuevas formas de aprender a los niños con los que se encuentra en su sala, que cantando “El abuelo y el pewen ”, su ülkantun favorita, aprenden sobre los números y la tierra. Kiñe, epu, küla son uno, dos y tres/ Meli, kechu, kayu son cuatro, cinco, seis/ Regle, pura, aylla siete, ocho, nueve / Y para terminar: diez pewen nacerán / Mari mari mari son hijos de un pewen / mari mari y volverá a nacer Luis Levio

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