Mapuche Nütram

37 L uis Levio Curilen pensó que su vida iba a ser igual para siempre: tenía 46 años y llevaba 25 trabajando como obrero textil en una fábrica de Santiago, muy lejos de su natal Lautaro, en la región de La Araucanía. Pero en 2012 su cuerpo se quebró y reclamó el cuidado que nunca había tenido; sobre todo, reclamó volver a la tierra. En febrero de ese año sufrió un preinfarto producto del estrés de un trabajo con enorme presión y una carga laboral que implicaba desempeñarse por turnos y muchas veces pasar toda la noche trabajando. “No había otra cosa que volver al sur, a la tierra, al contacto directo con la tierra para poder sanarme”, dice hoy. Apenas salió del hospital renunció a su trabajo de toda la vida y se fue de vuelta a Lautaro con su señora y sus hijos para vivir cerca de sumamá y sus hermanas. “Si sirvo, pónganme en la nómina”, le dijo Luis Levio a quien en 2014 lo llamó a Lautaro para que viniera a dar talleres interculturales a Santiago. No tenía experiencia y nunca había enseñado formalmente, pero conocía el mapuzugun como la palma de su mano y sentía que de alguna forma tenía que compartir ese conocimiento con otros. Ya lleva cuatro años enseñando. Luis Levio

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