Mapuche Nütram

21 N uestra identidad como seres humanos se va construyendo, muchas veces, a partir de imágenes, sensaciones, pequeños trozos de recuerdos. En la historia de Manuel Huichao Riquelme hay un momento clave en su niñez que dio forma al hombre en el que se convertiría: de pie, en un balcón usado como escenario, el Manuel niño, de no más de 7 años de edad, vestido completamente de mapuche, lee un poema en mapuzugun escrito por él mismo, con la ayuda de su abuela. A continuación, toma una trutruka y la hace sonar. Ha sido construida por sus propias manos, usando PVC, un cacho de buey y lana como material. No era la primera trutruka de su autoría. Algunos años antes, con la ayuda de su padre, había fabricado una del mismo material y la había llevado a la casa de sus abuelos paternos. “Recuerdo que mi abuelo la tomó y empezó a tocar… Fue bonito. Yo lo sentí propio, me di cuenta que eso era mío también, o sea, que si lo hacía mi abuelo también era mío”. A los 7 años, de pie en el patio del colegio, el niño Manuel, vestido completamente de mapuche, lee un poema en mapuzugun escrito por él mismo y hace sonar, por primera vez y después de muchos intentos, una trutruka construida por sus propias manos. Así partiría el camino de Manuel por convertirse en un educador tradicional. Uno muy especial, por cierto, que escucha rock y compone música en su lengua. Manuel Huichao

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