La tierra de fuego: gente y naturaleza marcadas por el calor profundo

la tierra de fuego 27 39° 44’ 42.4860” S, 71° 51’ 27.8028” O hasta 46°47’50”S 74°04’04”O Hace mucho, mucho tiempo, el mar y las montañas se enfrentaron en una feroz batalla. Transformadas en dos serpientes colosales, el agua y la tierra mi- dieron sus fuerzas en un combate brutal que cambió la forma de la superficie terrestre como hasta entonces la conocía el pueblo mapuche. Tren Tren , la culebra de la tierra alta y encorvada, ya lo había advertido: Kai Kai , la serpiente del océano haría salir el mar hundiendo ferozmente las costas y más allá. Solo se librarían de este fatal destino quienes se montaran sobre la cima de Tren Tren . Pero haría falta más que eso para salvar a la humanidad… El mundo estaba en calma, cuando de pronto un chillido atronador y afilado quebró la paz del horizonte. –“ Kai Kai ”– rugió la culebra marina con su aliento de sal y espuma, haciendo que el océano montado en su sinuoso espinazo creciera, se levantara y ahogara a la tierra, su gente y sus rucas. Hombres, mujeres y niños enrollados entre las olas se transformaron en peces, toninas y ballenas. Solo unos pocos lograron escapar del agua que mastica- ba sus talones y se cerraba por encima de sus cabezas como una gigantesca bóveda de mar. Los sobrevivientes lograron alcanzar las lomas de Tren Tren , quien respondió al grito de Kai Kai con un seco alarido de piedra que agrietó la tierra e hizo encorvar su espalda y subir los cerros. Tan alto subieron, que las cabezas de quienes habían logrado salvarse de la marea eran ahora abrasadas salvajemente por el fuego del sol. No mucho más abajo de sus pies, Kai Kai se arremolinaba y cobraba nuevas fuerzas, y a cada grito “ Kai Kai ” el agua crecía, a lo que Tren Tren reaccionaba haciendo temblar la tierra, levantándola y par- tiéndola aún más. Sofocadas por el calor, las mujeres cubrieron sus cabezas con cántaros llenos de agua, mientras que varios de los hombres perdieron la cabellera chamuscadas por los rayos que los azotaban como latigazos. La tragedia no hacía más que crecer. Los temblores de agua y de tierra sacudían a los pocos sobrevivientes encaramados en los cerros, varios estaban muriendo ahogados por el calor. Los terremotos se sucedían uno tras otro, como los pál- pitos de un corazón. Kai Kai , Tren Tren , Kai Kai , Tren Tren . La tragedia era insostenible y los mapuches debían domar el caos antes de que la muerte ganara definitivamente sobre la vida. Y lo harían aquietando la violencia de la naturaleza con el sacrificio de un niño, que ofrecieron en cuatro partes a las aguas de la mar, cuya sed se calmó por fin con la sangre ofrendada. Y así, el agua retrocedió y se acurrucó nuevamente en las playas, quedando en la tierra las marcas de una de las batallas más grandes jamás contadas entre el océano y las montañas en el sur de Chile. Texto: Sofía Otero / Ilustración: Karina Cocq La gran sacudida universal

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