La revolución norteamericana, auge y perspectivas

CHILE Y LA INDEPENDENCIA DE ESTADOS UNIDOS Eugenio Pereira Salas Me corresponde cerrar el seminario dedicado a conmemorar el Bi– centenario del nacimiento de la Primera República Democrática Cris– tiana y Constitucional, surgida en la inmensidad geográfica americana. Celebramos su Bicentenario en forma que a la génesis de la creación se agrega el regocijo de los resultados de un desarrollo significativo y trascendente que ha llevado a los Estados Unidos de América a una posición ecuménica de alta responsabilidad en la historia contem– poránea. Los profesores que me han precedido en estas charlas, han explica– do con inteligencia los móviles que despertaron tempranamente la conciencia libertaria de esos hombres repartidos armónicamente a lo largo de la hermosa costa atlántica en las trece colonias iniciales. Han explicado, también, la resonancia mundial de este acontecimiento, el espíritu que guiaba a sus líderes y las doctrinas de justicia y frater– nidad que promulgaba su Constitución. Fue la Independencia el fruto de la conquista de la tierra por una pléyade de colonizadores, un proceso nativista que culminó en el pensar político de los ciudadanos en el siglo XVIII, los que inspirados en la filosofía de la Ilustración, buscaban la racionalidad del pensa– miento constructivo y leían la lección que tenían a su vista en el libro abierto de la naturaleza circundante. Los Estados Unidos y Chile estaban lejos, muy lejos, en el alba de la emancipación, pero aun en esa época de difíciles comunica– ciones humanas, en que el contacto era el estrechar de manos y el correo la airosa fragata de complicado velamen, capaz de resistir y ven– cer al temido Cabo de Hornos, sepulcro de valientes, los marinos supie– ron salvar los obstáculos geográficos, y dos años después de proclamada la Independencia de Estados Unidos la fragata Columbia Rediviva recalaba en la isla de Juan Fernández. En 1792 la ballenera Beaver, capitán Paul \t\Torth, penetraba en las aguas del Pacífico arponeando frente a la isla Santa María, dando inicio al tráfico ballenero que sólo había de interrumpirse al promediar el siglo XIX. La ballena, cantada en forma épica por Herman Melville en su genial novela Mobby Dick, que traducido al español significa el hombre de la isla Mocha, fue el símbolo de esta actividad relacionadora. 201

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