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Bioética: semántica social,
matriz disciplinaria y
comunidad de práctica
El explosivo aumento de institucio-
nes, cursos y publicaciones bajo el
epígrafe “bioética” hace pensar en
una saludable expansión. Como he-
mos advertido reiteradamente, tal
proliferación debe ser examinada
con cuidado. En muchos casos, se
trata sólo de una cosmética verbal
para designar prácticas antiguas. En
otros, se usa la palabra por su am-
biguo poder evocador de reflexión
filosófica, defensa de la vida o los
derechos humanos. La mayoría de
las veces, el discurso se rigidiza en
una alusión ritual a Van Rensselaer
Potter, por sus artículos y libros de
la década del 70 del siglo XX, y en
una reiteración acrítica de los cua-
tro principios que configuran el
“mantra de Georgetown”: autono-
mía, beneficencia, no-maleficencia
y justicia
(1)
.
Aunque pedir originalidad extrema
en temas o perspectivas sería exa-
gerado, es menester reconocer que
la mayor parte de lo publicado en
América Latina no contribuye aún
decisivamente al acervo mundial
con propuestas originales. Con-
signas, estridentes declaraciones y
mucha liviandad intelectual no son
precisamente los medios para lograr
densidad, y menos para basar una
reflexión sustentable con argumen-
tos y sostenible en forma de insti-
tuciones y no como simple afición
de personas
(2)
. Lo cual es menes-
ter recordar cada vez que un grupo
desea incursionar en el área, a me-
nudo proponiendo más programas
de pre o posgrado, o estableciendo
ESTUDIOS DE BIOÉTICA SOCIAL.
PRIORIDADES EN SALUD Y SALUD
INTERCULTURAL
Fernando Lolas Stepke
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