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A Pepita, Marcela, Claudia y Magdalena, mi señora y mis tres hijas que me han
acompañado siempre y que han convertido nuestro hogar en una Monarquía
Constitucional donde yo soy el Rey que Reina, pero no gobierna, y que se siente
muy cómodo en esa posición. Su colaboración y paciencia en la realización de este
trabajo y en tantas otras cosas que me motivan son esenciales para mí.
A la memoria de Don Bernardo Leihgton y en homenaje a la Señora Anita Fresno,
con nuestros agradecimientos por su testimonio de coherencia, humildad y amor.
Especialmente honrado me siento por el hecho de que el Prólogo haya sido
redactado por el destacado profesor Luis Riveros, Rector de la Universidad de Chile,
la casa que me acogió como estudiante y que hoy me permite realizar mi trabajo
académico en el Instituto de Asuntos Públicos.
Mi gratitud a amigos y amigas que me hicieron comentarios muy útiles, en especial
a Patricia Araneda, David Acuña, Diego Méndez, Waldo Mora, Edgardo Riveros y
Rodrigo Vega, que se dieron el tiempo para leer el borrador y aportaron sugerencias
para superar algunas de sus carencias, pero que no deben asumir ninguna
responsabilidad por las opiniones exclusivamente personales que doy.
Los comentarios de Jorge Arrate, militante del PS, Mireya Baltra, militante del PC, y
Patricio Hales, integrante del PPD, enriquecen este aporte y estimulan un debate
sincero, franco y cordial.
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