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el ánimo negativo de la base demócrata cristiana hacia el gobierno, basado en los
desastrosos efectos de las políticas adoptadas e influida por las acciones sectarias
de la UP y el torrente desinformativo de la derecha. Esa nueva situación se expresó
en el triunfo de Patricio Aylwin sobre Renán Fuentealba en marzo del 73, con la
postura de no dejarle pasar ni una al Gobierno. Pero las convicciones democráticas
de los integrantes de esa directiva y la gran mayoría del Consejo Nacional, pusieron
nuevamente a los sectores pro golpe en una condición minoritaria.
En febrero de 1973, una de las figuras más respetables de la DC, por su gran
calidad humana, así como por su formación y compromiso con el pensamiento
popular de inspiración cristiana, el actual Senador Mariano Ruiz-Esquide, escribía:
“De hecho, el Gobierno de la UP, movilizado tras la conquista de ‘todo el poder’, se
juega tras ella todas sus cartas. No importa detener el desarrollo y la inversión, no
importa incubar una inflación gigantesca. No importa gastarse 500 millones de
dólares de reservas monetarias, no importa desquiciar todo el sistema productivo
industrial y agrario si, a pesar de todo ello, es posible lograr todo el poder y
consolidarse indefinidamente”. Más adelante señalaba “Gastar todo hoy para
comprar poder, ahorrar, invertir y desarrollar mañana, con la totalidad del poder en
la mano”.
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Ruiz-Esquide denunciaba con fuerza una visión del socialismo que él denominaba
estalinista, haciendo referencia al líder soviético que es recordado históricamente
como un ejemplo de brutalidad y ausencia total de sentimientos democráticos. Por
eso su libro lleva como titulo “El Socialismo Traicionado”, pero él y otros que
seguíamos esa línea de conducta, nos sentíamos interpretados por salidas
democráticas. “Esta Dictadura final inevitable del proceso chileno si no se rectifica,
la rechaza el PDC con la misma claridad y vehemencia con que ha rechazado toda
otra dictadura, llámese nazismo o fascismo, porque en esencia todas son iguales”.
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Con Andrés Aylwin, uno de los nombres emblemáticos en la lucha por los derechos
humanos, comentábamos en esos tiempos, que era una paradoja que se nos
catalogara de débiles frente a la UP, cuando nosotros éramos los más enérgicos
para representarles a los integrantes de esa coalición sus grandes errores, ya que
nos tocaba encontrarnos con ellos permanentemente en el mundo popular. Lo que
hacía la diferencia con otros era que siempre estuvimos convencidos de que sólo las
salidas políticas y democráticas podrían ahorrarle al país vivir circunstancias muy
dolorosas. Teníamos presentes las enseñanzas de Santo Tomás, que al hablar del
legítimo derecho de rebelión, exigía que uno de los requisitos para su ejercicio,
fuera que la solución que se buscaba no trajera mayores males que los que se
querían evitar.
Creo que, en agosto del 73, estábamos todos convencidos que el Gobierno de
Allende debía terminar. El cómo debía terminarse, seguía siendo controvertido. Una
minoría dirigente pensaba que la única salida era un golpe, pero la gran mayoría de
los dirigentes, respaldaba una salida política. En ese marco, surge la propuesta de
renuncia de todos los parlamentarios y del Presidente, para que el pueblo eligiera
nuevas autoridades y se resolviera la crisis. Esa alternativa final, más el categórico
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Ruiz-Esquide, Mariano: “
El Socialismo Traicionado
”. Editorial del Pacífico, Santiago, Febrero
de 1973, páginas 36 y 37.
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Ibíd. , página 163.
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